“Épater le gauchiste.”
Si el capitalismo es inmoral y la Revolución ha fracasado, ¿qué hacer? ¿La revolución, con minúscula?
Fragmento de una “Introducción a la teratología”
No conozco nacionalista de izquierda que no se diga instrumentalmente nacionalista y finalmente internacionalista. Pero no. Así como los agnósticos contemporáneos son creyentes vergonzantes (su “no sé” es resquicio para el espiritualismo y la religiosidad), los nacionalistas de izquierda abren los portalones de par en par al formidable dios Nación.
Cómo desearía irme a la otra orilla, cuando conozco a mis corribereños. Qué esfuerzos para no subir a una barca y remar y cruzar el río, cuando los oigo hablar.
Los bobos de derechas mantienen un sedicente e irritante respeto por las ideas extrañas y ajenas. Ven las ideas como inofensivas o, a lo sumo, fastidiosas burbujas tornasoladas de la personalidad; y las ideas izquierdistas o críticas como burbujas de personalidades excéntricas o díscolas. Su respeto es recta proporción a su desprecio por lo intelectual y a su incapacidad de comprensión de la vis activa del intelecto.
Las lejanías temporal y espacial de una querella explican de modo físico, corporal, los desfallecimientos morales de buena gente. Explican, no justifican; permiten ser tolerantes con los pecadores, no admitir el pecado. Irak, Vietnam, el franquismo, el estalinismo, el País Vasco,... Los grandes principios, las buenas intenciones, las palabras solemnes, la falsa verdad que nos da el pasado son árboles que no dejan ver el bosque de miserias, mentiras, torturas, crueldades, mezquindades, abyecciones que conducen a re-educar a un hombre en Abu Graib que defeca de miedo, que conducen a liberar Euskal Herría disparando en la nuca de un hombre que se orina de terror. Ésos que apoyan a Bush y a ETA desde la calidez de sus cómodas guaridas no ven, no quieren mirar, los ojos de horror, la congestión nauseabunda de las entrañas.
La izquierda 1 es vaga porque es cosa del pobre. La izquierda 2 es diligente porque es cosa del rico. Si la izquierda fuera cosa de los pobres, el mundo sería, quizá no mejor, pero sí diferente, pues ellos tienen la fuerza de la mayoría. Los pobres quieren estar mejor de lo que están y con eso les basta. Si ya lo han conseguido, ahí paran, que nietzscheanos, que griegos en pos de la excelencia, hay pocos. Crear y luchar por aquéllos que quizá no lo merecen, es cosa de gente educada y de alta moral.
La derecha pretende hacer creer que si esta vida es una carrera de obstáculos, lo mismo da que las vallas estén situadas a los ciento diez metros, a los cuatro cientos, a los tres mil o que no las haya, con la excusa de que la salida y la meta son las mismas para todos.
La derecha es la sublimación ideológica del egoísmo.
La izquierda es la sublimación ideológica de la envidia.
No quema templos ni banderas quien no cree en iglesias ni banderas.
Siempre surge una nueva estirpe de imbéciles abanderados: se mofan de los trapos que ondean y los arrían e izan unos nuevos.
Tocqueville pasado por una vieja serrana andaluza
En el televisor, globos y serpentinas, barras y estrellas, burros y paquidermos, rojos y azules: “¡Esa gente es una gentuza!”
De la huelga a la juerga van dos fonemas.
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