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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

viernes, 17 de febrero de 2012

Antes del amanecer, 2

Egon Schiele


(...) 

Recogió de la mesa las latas de cerveza y la lata de anchoas y tiró al fregadero los restos de los líquidos. Echó los recipientes en la bolsa de basura sobre el vómito multicolor. Cogió el bote de pepinillos y el bote de mostaza; en el primero flotaban todavía unos encurtidos y en el segundo quedaba aún la mitad. Abrió la puerta del frigorífico, lo pensó mejor, la cerró y tiró también los botes a la basura. Mojó una gamuza que estaba apoyada en el grifo del fregadero y limpió el hule de la mesa. Recogió los pizcos en la palma de la mano izquierda y los echó al cubo. Enjuagó la gamuza que volvió a dejar junto al grifo y se lavó las manos. Se las secó frotando primero las palmas y luego los dorsos en el vaquero.

Ató la bolsa con dos nudos. Abrió la puerta que daba al jardín trasero y salió a la noche, se dirigió al fondo, junto al garaje y al cobertizo, y metió la bolsa en el gran cubo negro donde iban a parar las bolsas de la cocina, los restos de poda del jardín y todos los desperdicios de la casa.

Volvió a la cocina. Se quedó mirando la botella de gaseosa que había dejado sobre la mesa sin percatarse siquiera. La agarró de un manotazo y fue con ella hasta el fregadero. Abrió la botella que espumeó maliciosa y se la llevó a la boca; hizo varias gárgaras con pequeños buches que escupió al fregadero. Apoyó los muslos en el borde del fregadero, cogió la botella con la mano derecha, la mano izquierda a lo largo del cuerpo y dio un trago grande levantando el brazo y alzando la cabeza. Eructó estrepitosamente y el cosquilleo de la gaseosa en las fosas nasales le provocó una leve sonrisa. Tapó la botella que aún seguía casi  llena.

Salió al jardín con la botella de plástico cogida con las dos manos como si fuera un muñeco o un cachorrito. Se acercó al cobertizo y se sentó en el suelo apoyando la espalda en la pared y con las piernas dobladas y cruzados lo tobillos. En el hueco romboidal de los muslos y las pantorrillas dejó la botella. Pensó que el cielo ya era azul marino a secas y que debía apresurarse; pensó si le dolía la cabeza o estaba mareada, y descubrió que no; pensó que el abuelo dormía bien profundo, si no la había oído; pensó que estaba muy guarra para acostarse sin ducharse, pero que estaba agotada.

A su izquierda tenía la manguera del jardín conectada a una llave de paso. Rió pensando que estaba enrollada como una serpiente larguísima. Se levantó, se descalzó las zapatillas, se desabrochó la camisa, se bajó los vaqueros y las bragas. Lo lanzó todo lo más lejos posible. Cogió la botella, dio un último trago y vertió el resto poco a poco sobre la cabeza. Con la mano izquierda  se frotó el cuerpo. Sacó la lengua para chupar las gotas dulces que le corrían por el rostro. Cuando acabó la gaseosa, abrió la llave de paso y usó la manguera para rociarse la cabeza, el pelo, la cara, los pechos, el vientre, el sexo, los brazos, los muslos, las piernas, las caderas, la espalda, las nalgas y los pies. Cortó el agua, recogió la camisa y las zapatillas. Se secó los pies con la camisa y se calzó. Acabó de recoger los vaqueros cortos y las bragas y formó con toda la ropa un lío. Entró en el cobertizo y echó el hato en la pila de la ropa sucia. De vuelta en el jardín miró el color del cielo que la perseguía, respiró hondo y se cruzó de brazos. Cayó en la cuenta de que la botella de gaseosa estaba junto a la manguera. La recogió, buscó el tapón y la cerró. Entró en la cocina.

(...)


Egon Schiele

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