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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

lunes, 13 de febrero de 2012

Putas


Nunca he ido de putas, pero no me lo coloco como timbre de honor. Al igual que las drogas duras (para mí, las que no he consumido -alcohol, hachis, café y tabaco-), si no las probé, fue porque, cuando tuve oportunidad, estaba lo suficientemente templado para decir que no.

Pues con la putas, igual. Hubo un tiempo en que tenía muchas ganas de fornicar y no sabía cómo flirtear y era tan sentimental que unía internamente, ingenuo (y tierno) de mí, el sexo (en su esencia, de cualquier modo) con el amor. Ahí pude caer, pero no se dio la ocasión, y, claro está, sobre todo no la busqué. Y es que el que es putero -o putera, aquí no hay, como en nada, diferencia-, lo es con independencia de su habilidad para el flirt.

Existe una posición liberal que dice que quien quiera dedicarse a eso, en su autonomía queda, a nadie hace daño y mientras sea una decisión libre, no coaccionada, nadie debe entrometerse. Pero la realidad social en la que germina esa decisión personal no está ausente de condicionamientos. ¿Cuántas mujeres de las que se dedican a la prostitución lo harían si tuvieran pan y libertad real? ¿Cuántas mujeres si la mujer, para muchos, no fuera un objeto en esta sociedad?

Mas, ¿prohibir la prostitución? ¿Hundirlas más en la marginalidad? ¿Que el pobre desgraciado se busque la ruina por ir de putas, pero el rico o el poderoso siga, como siempre, haciendo lo que quiera con mujeres aún más desprotegidas y criminalizadas?

Creo que debe ser fácil amar a las putas o gustar de ellas, pero muy difícil ser puta: la humillación, el asco, el esfuerzo casi sobrehumano, la pena, la melancolía, la drogadicción evasiva o enervante, el riesgo siempre presente del macho débil y violento o del proxeneta bestial...

En mi colegio había dos hermanos, hijos de una puta, una niña y un niño, los insultaban mis compañeros. Eran dulces e infelices.








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