Entrada

No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

lunes, 6 de febrero de 2012

Los señores de la mansión



Egon Schiele (Luc Leloup)


Con un bisbiseo reconcentrado y la mirada baja la funesta Ramira me presentó a la pareja.

“Monsieur Leloup y la señora Guadalupe de la Lupa.
Encantado de conocerlos, señores Leloup.
No. Él es monsieur Leloup y yo soy la señora de la Lupa.
Ah. Usted es de la Lupa.
Lupe de la Lupa.
Pero Leloup también.
No, él es Luc Leloup. Yo, de la Lupa. Lupe.
Lupe de la Lupa y Luc Leloup.
Efectivamente.”

Mr. Leloup me ofreció una mano fría. Observé que el dorso estaba cubierto de un vello castaño que casi le llegaba a los nudillos. Sus orejas, en la parte superior, se separaban elegante y brevemente de la cabeza triangular, los ojos eran negros, las cejas rectas y la dentadura recia y deslumbrante. La señora de la Lupa, mirándome de hito en hito, también me dio la mano, firme y marfileña, que adornaba en el dedo anular un anillo de piedras rojas. Sus ojos eran dos gotas de agua helada y su melena una bandera del color de la mostaza inglesa.



Egon Schiele (Lupe de la Lupa)


No hay comentarios:

Publicar un comentario