Entrada

No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

martes, 28 de febrero de 2012

Imago mundi


Colocas el pie en la cinta móvil y de repente ves tu nuca, tus hombros, tu espalda. Alargas la mano entre sorprendido y horrorizado, pero tú sigues impertérrito deslizándote hacia adelante, hacia el final. Abres la boca para gritarte, avisarte; no hay sonido alguno. Miras y miras cómo te alejas y ahora lo comprendes todo.

Ernest Descals


            Clero, milicia, gobierno: asuntos de frontera.

            Grandes inventos de la humanidad: el estado y el bacalao.

                Andalousia
             Big country,  sad people.

   Perdono los actos, no las actitudes.

   Ayúntate  y ahuyenta.

   Sencillez, y no simplicidad; complejidad, y no complicación.

   La imagen del mundo: una cinta transportadora que te aleja de ti mismo.

   ¡Incluso un profesor de filosofía puede advenir a filósofo!

   Cuento de Chesterton
Realistas e idealistas con sus acciones transforman la realidad. El pragmatismo es la objeción a la acción, “no alterar el status de la realidad”.






Freud


lunes, 27 de febrero de 2012

Penúltimos saldos


Captain predica. Yo escucho el Duel de Propaganda.





                 La superficialidad es al intelecto como la frivolidad es al afecto.


            Un mapa intelectual y afectivo trazado entre un norte de codicia y un sur de convencionalismo; un levante de instinto y un poniente de reflexión gris.

              Espeluznantes autómatas de la vida
No dudan, no se equivocan, no son arrastrados por las pasiones, no tropiezan, no fallan, no cambian, no aprenden.

                 Estamos rodeados de piojos resucitados.


               Hemos de decaer, llegar a la negación, sumergirnos en la nada para ascender, brotar, afirmarnos en la autojustificación.


Visión del Apocalipsis, El Greco


                Determinista por hiperlibertario: “No soy Proteo; ergo, no soy libre”.


               Ante el monstruo informe: del asco y el miedo al desprecio; de éste a la indiferencia; de ésta a la risa; y, por fin, de ésta a la piedad serena.


             Miran de soslayo. Unos para medrar y arrebatar todo a los que tienen al lado; otros, infatuados y prepotentes, porque creen que todo lo merecen.


             Jóvenes y viejos, cultos e ignorantes, hombres y mujeres, homosexuales y heterosexuales, integrados y marginales, fuertes y sumisos, poderosos y sometidos, creyentes e impíos, convencionales y críticos: todos, los unos y los otros, nos creemos de una diferente, y mejor, pasta.



San Jerónimo penitente, El Greco

sábado, 25 de febrero de 2012

Rosas para Stalin


En otra ocasión tocará a Martens o a Losurdo.
Es decir, que en la historia del comunismo ha habido exigencias "técnicas" y momentos perentorios: acumulación, industrialización, guerra civil, intervención extranjera... Por otra parte, la historia del movimiento emancipador tiene que ser escrita desde dentro, sin caer en los criterios ajenos del capitalismo, en sus pautas -pues ello es caer en la trampa de justificar finalmente el orden humano realmente existente como necesariamente existente-; ni en una mala conciencia paralizadora.
No cabe redimir a Stalin al modo típico franquista de "es-que-hizo-muchos-pantanos", pero tampoco trocarlo en un mero mito perverso que o bien sirve para descalificar al comunismo todo por necesaria forma suya , o como una desgraciada excrecencia. Hay que hacer historiografía y teorizar no convirtiendo al estalinismo en un momento necesario, pero tampoco como una anécdota banal y justificable.



Masacre en Corea

Pero hoy toca el pecado del pragmatismo y el olvido de lo principios. Manuel Sacristán indica en este pasaje, que recojo de su conferencia "Sobre el estalinismo", como cuarto rasgo de un tentativo análisis de esta teoría y práctica el cinismo ideológico que da en pragmatismo; asimismo hace radicar en este quizá la distancia fundamental con la dureza del leninismo, una teoría y práctica de combate pero con principios, dato que hace a este moralmente admisible, a diferencia de aquel.
Señala también en este extracto la paradoja de la coincidencia de este factor con la socialdemocracia reformista, que en aras de la cobertura teórica de la necesidad pierde el hálito revolucionario.
Por último, asume que la conciencia estalinista, por más que fuera falsa y mala, fue en un tiempo la conciencia de clase existente.

O sea, dicho en corto: Stalin fue un criminal; el estalinismo es desgraciado y atroz; los estalinistas que fueron, eran los buenos; siempre lo fueron como comunistas que eran.

Las cursivas rojas son mías.






Lenin en Smolny, de Brodsky
 
Todo ello está relacionado con un último rasgo que yo daría, muy diferenciador de cualesquiera que hayan podido ser las durezas y violencias de la época del poder soviético en vida de Lenin. Este cuarto rasgo se desprende un poco de los anteriores: es el cinismo ideológico, la completa despreocupación del equipo director estaliniano respecto de las cosas que dice. Esto lo detallaré un poco más adelante. Para él, la ideología y la teoría es una pura cobertura de cada momento de las necesidades prácticas, con un desprecio por la teoría que el equipo leninista jamás había sentido. Más bien el equipo leninista, si en algo había pecado en eso, era de todo lo contrario, de una costumbre, muy de intelectuales por lo demás, de estarse siempre fijando en todos los detalles de la teoría.

(…)


    Esta diferencia entre la teoría previa y lo que ha ocurrido allí, lo que se creía que era una revolución socialista, lo que ha ocurrido en Rusia y la teorización de eso, luego dará, en el estalinismo, lo que he llamado “el cinismo ideológico”, es decir, la falsificación abierta de la teoría y su utilización para justificar cualquier práctica, incluido -vamos a llamar a las cosas por su nombre tratándose del período estalinista- cualquier asesinato.

    Pero, en este punto, aunque estuviera la raíz del vicio estaliniano, hay una diferencia importante con Lenin. Lenin sabe muy bien que la revolución que ha dirigido no cumple el esquema tradicional del marxismo de la Segunda Internacional, del marxismo procedente de una interpretación directa de El Capital. Y como la mayoría de los aquí presentes recuerdan muy bien, está esperando la intervención de un movimiento revolucionario mundial, o por lo menos europeo (al final, por lo menos centroeuropeo). Al no producirse la revolución en Occidente, hay un momento en el cual yo creo que hay que registrar en Lenin un tipo de ilusión que luego es característico del estalinismo: la ilusión que se puede cifrar en la célebre figura o frase retórica de que el comunismo serían los soviets más la electrificación. Pero esa ilusión no ha debido durar demasiado tiempo. Como es sabido, en los últimos tiempos de su vida, con muchas dificultades de salud, en esa curiosa enfermedad que los psicoanalistas de izquierda deberían analizar un poco: por qué tuvo entre sus consecuencias esa enfermedad final de Lenin la imposibilidad de comunicarse, por qué se hundió así en la enfermedad. No hago más que plantearlo, no puede uno atreverse en tan pocos minutos a decir nada sobre ello. Pero, aparte de eso, es conocido que ha intentado un replanteamiento en los últimos tiempos de su vida. Hay especialistas -yo no soy un historiador y no puedo atreverme a tener opinión al respecto, sólo lo digo como información- que piensan que, efectivamente, Bujarin
tenía muchos elementos del desarrollo que Lenin podía pensar ajustar.
  
    En cualquier caso, lo que no hay, en la fase final de Lenin, es la glorificación del estado de cosas como si eso fuera lo que se había deseado y lo que se había buscado. Más bien hay una larga situación de crisis, por insuficiente que sea. No vamos a entrar en detallar si la autocrítica final de Lenin es suficiente o no lo es. En cualquier caso, la gran diferencia, desde mi punto de vista, es que en vez de tener esa consciencia final problemática, autocrítica de Lenin, el estalinismo consiste en canonizar como teoría justa lo que no es más que el estado de necesidad, el estado de necesidad del hambre, de la escasez, de la necesidad de represión, etc.
  
    Así, en el intento de presentar la dramática situación del antiguo Imperio ruso como si fuera la realización del socialismo, y luego incluso, como veremos, del comunismo, el aparato de propaganda estalinista va forzando los viejos conceptos, las viejas ideas, hasta extremos a veces grotescos. […] Pero otras veces la construcción de teoría para justificar la práctica -en este caso era claro que justificaba la práctica represiva interior- llega a ser casi de chiste, y si no hace el chiste se lo hacen sus colegas más directos.



Rosas para Stalin, de Vladimirski

(…)

    Incluso la noción de socialismo ha quedado falseada desde entonces. En la tradición socialista se llamaba socialismo a una determinada forma de vida. A partir del estalinismo, y durante muchos años, muchos -yo también,  recuerdo cuando lo hacía- hemos usado “socialismo” para significar sólo la obtención de algunos instrumentos de lo que creíamos que era el socialismo; por ejemplo, estatalización económica, etc. La misma palabra “socialismo” ha quedado prácticamente afectada en este período.
  
    En sustancia la gran diferencia, diría yo, entre todas las durezas que ha podido tener el período de Lenin y lo que es el sistema estaliniano es este pragmatismo, esta completa violación de las ideas, de los conceptos, usados para justificar cualquier práctica, incluso la más macabra. Ese pragmatismo ideológico explica también, en mi opinión, la diferencia de crueldad, la diferencia que hay entre la dureza política de Lenin y el asesinato de toda la vieja guardia bolchevique.
  
(…)
  

    En Occidente, en los mismos países de metrópoli, yo creo que también se puede hablar de persistencia del estalinismo. Lo está por una parte en el dogmatismo alucinado de algunas personas, alucinado y poco capaz de comprender la realidad, pero lo está también en el otro lado, lo está también en mi opinión en el pragmatismo de muchos partidos obreros, porque, por decirlo brevemente y ahorrando tiempo, a mí me resulta tan pseudoteoría pragmática para falsificar una práctica del día eso de que se puede hacer el comunismo en un sólo país o de que el pan va a dejar de ser mercancía como llevaban los soldados soviéticos muertos en el bolsillo (una octavilla que decía eso durante la guerra mundial fue capturada por los alemanes y  exhibida por todo el mundo), me parece tan pragmatismo pseudoteórico decir que es posible establecer el comunismo en un sólo país como decir que es posible el comunismo o el socialismo sin choque revolucionario violento con la clase dominante actual. Tan ideológico me parece una cosa como la otra, tan pragmatista y, en cierto sentido, tan estalinista, en el sentido, esto es, de la pseudoteoría para justificar la práctica. En un caso puede ser una práctica muy violenta, en otro caso puede ser una práctica parlamentaria. En los dos casos es una práctica muy poco revolucionaria, dicho sea de paso. Stalin siempre tuvo mucho cuidado de presentarse como el centro, nunca quiso jugar a izquierda.

    Pero no querría terminar tampoco con una nota de poco optimismo, porque lo que resulta esperanzador, en mi opinión, es el que muchos, después de toda la larga experiencia -sin haber olvidado lo que ha sido la realidad de consciencia de clase el estalinismo, consciencia de clase ideológica, sin duda, sin duda falsa consciencia, sin duda autoengaño involuntario, pero tremenda consciencia de clase-, después de haber pasado por ello podamos decir estas cosas hoy tal vez signifique que la crisis en serio del estalinismo, la crisis un poco definitiva, puede ser el comienzo de una recuperación del pensamiento revolucionario no ideológico, no autoengañado ni por ilusiones pseudorrevolucionarias, alucinadas, como he dicho antes, ni por ilusiones de tipo parlamentarista, reformista, que son en Occidente, en este momento, las dominantes.

    Ese pasado de consciencia de clase que estaba presente en la clase obrera estalinista -esto los que no han sido estalinistas ni han estado en partidos estalinistas tendrán que creerlo bajo palabra, pero los que sí han estado saben que es verdad- se traducía en reacciones seguramente muy primarias y, como he reconocido y subrayado, reacciones ideológicamente falsas, de falsa consciencia, pero muy auténticas. Por ejemplo, son historia las alusiones, las exclamaciones, el folklore obrero por el cual ante una injusticia, en algún país mediterráneo, en el sur de Italia concretamente, el hombre oprimido reaccionaba con la frase: “¡Ya vendrá el bigotudo!”, como expresión de su furia, su odio, su reacción de clase ante la injusticia sufrida. Hasta qué punto el estalinismo fue portador, con falsa consciencia, de la consciencia de clase lo sabemos todos los que hemos tenido que explicar a militantes comunistas que era verdad, que finalmente resultaba verdad lo que los burgueses habían dicho durante mucho tiempo, a saber, que el gobierno estalinista había asesinado a la vieja guardia bolchevique. Los que hemos tenido que encajar eso y contarlo, y hemos visto a los militantes llorar al oírlo, cuando no tenían más remedio que creérselo porque les dábamos los datos y les  decíamos esto viene de aquí, esto pasó así y esto otro pasó así, sabemos muy bien que bajo aquella falsa consciencia hubo auténtica consciencia de clase, lucha de clase. Lo que hay que precaverse es que el resto ideológico, parlamentarista reformista, de pragmatismo, de estalinismo de extrema derecha, por así decirlo, bajo el que ahora vive una gran parte del movimiento obrero, no pierda, además de la consciencia real, como perdió el viejo estalinismo, incluso la ilusoria, pero al menos existente, consciencia de clase
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La conferencia completa se puede leer, por ejemplo, en Rebelión, la Fundación Andrés Nin o en La Haine.



Bargenkov


viernes, 17 de febrero de 2012

El analfabeto político


El analfabeto político

El peor analfabeto es el analfabeto político.

No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.

No sabe que el coste de la vida, el precio de las alubias, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.

No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales.

Bertolt Brecht






Der schlimmste Analphabet ist der politische Analphabet.

Er hört nicht, spricht nicht, und nimmt nicht an den politischen Ereignissen teil.

Er weiß nicht, daß die Kosten des Lebens, der Preis der Bohnen, des Fisches, des Mehls, der Miete, des Schuhes und des Medikamentes von politischen
Entscheidungen abhängen.


Der politische Analphabet ist so dumm, daß er stolz ist und sich in die Brust wirft um zu sagen, daß er Politik haßt.

Der Schwachsinnige weiß es nicht, daß aus seiner politischen Ignoranz die
Prostitution, der verlassene Minderjährige, der Räuber und der schlimmste von allen Verbrechern – der politische Betrüger, korrupt, Lakai der nationalen und
multinationalen Unternehmen resultieren.


Kirchner.
 

Antes del amanecer, 2

Egon Schiele


(...) 

Recogió de la mesa las latas de cerveza y la lata de anchoas y tiró al fregadero los restos de los líquidos. Echó los recipientes en la bolsa de basura sobre el vómito multicolor. Cogió el bote de pepinillos y el bote de mostaza; en el primero flotaban todavía unos encurtidos y en el segundo quedaba aún la mitad. Abrió la puerta del frigorífico, lo pensó mejor, la cerró y tiró también los botes a la basura. Mojó una gamuza que estaba apoyada en el grifo del fregadero y limpió el hule de la mesa. Recogió los pizcos en la palma de la mano izquierda y los echó al cubo. Enjuagó la gamuza que volvió a dejar junto al grifo y se lavó las manos. Se las secó frotando primero las palmas y luego los dorsos en el vaquero.

Ató la bolsa con dos nudos. Abrió la puerta que daba al jardín trasero y salió a la noche, se dirigió al fondo, junto al garaje y al cobertizo, y metió la bolsa en el gran cubo negro donde iban a parar las bolsas de la cocina, los restos de poda del jardín y todos los desperdicios de la casa.

Volvió a la cocina. Se quedó mirando la botella de gaseosa que había dejado sobre la mesa sin percatarse siquiera. La agarró de un manotazo y fue con ella hasta el fregadero. Abrió la botella que espumeó maliciosa y se la llevó a la boca; hizo varias gárgaras con pequeños buches que escupió al fregadero. Apoyó los muslos en el borde del fregadero, cogió la botella con la mano derecha, la mano izquierda a lo largo del cuerpo y dio un trago grande levantando el brazo y alzando la cabeza. Eructó estrepitosamente y el cosquilleo de la gaseosa en las fosas nasales le provocó una leve sonrisa. Tapó la botella que aún seguía casi  llena.

Salió al jardín con la botella de plástico cogida con las dos manos como si fuera un muñeco o un cachorrito. Se acercó al cobertizo y se sentó en el suelo apoyando la espalda en la pared y con las piernas dobladas y cruzados lo tobillos. En el hueco romboidal de los muslos y las pantorrillas dejó la botella. Pensó que el cielo ya era azul marino a secas y que debía apresurarse; pensó si le dolía la cabeza o estaba mareada, y descubrió que no; pensó que el abuelo dormía bien profundo, si no la había oído; pensó que estaba muy guarra para acostarse sin ducharse, pero que estaba agotada.

A su izquierda tenía la manguera del jardín conectada a una llave de paso. Rió pensando que estaba enrollada como una serpiente larguísima. Se levantó, se descalzó las zapatillas, se desabrochó la camisa, se bajó los vaqueros y las bragas. Lo lanzó todo lo más lejos posible. Cogió la botella, dio un último trago y vertió el resto poco a poco sobre la cabeza. Con la mano izquierda  se frotó el cuerpo. Sacó la lengua para chupar las gotas dulces que le corrían por el rostro. Cuando acabó la gaseosa, abrió la llave de paso y usó la manguera para rociarse la cabeza, el pelo, la cara, los pechos, el vientre, el sexo, los brazos, los muslos, las piernas, las caderas, la espalda, las nalgas y los pies. Cortó el agua, recogió la camisa y las zapatillas. Se secó los pies con la camisa y se calzó. Acabó de recoger los vaqueros cortos y las bragas y formó con toda la ropa un lío. Entró en el cobertizo y echó el hato en la pila de la ropa sucia. De vuelta en el jardín miró el color del cielo que la perseguía, respiró hondo y se cruzó de brazos. Cayó en la cuenta de que la botella de gaseosa estaba junto a la manguera. La recogió, buscó el tapón y la cerró. Entró en la cocina.

(...)


Egon Schiele

Con once años más que yo


Ya le estoy viendo el rabo a la amiga Muerte.
Hay mucha gente que dice que le gustaría que le pillara en el sueño; para mí es una vulgaridad. Yo, como soy materialista y ateo, y no estoy aquí para perder el tiempo, quiero ser consciente hasta el último segundo. Mientras no sea al precio de un dolor insoportable y humillante, prefiero aguantar y no perder comba hasta el último instante.
La gente es que le tiene mucho miedo. En el funeral de mi padre, tras incinerarlo, me encasquetaron la urna con las cenizas. Como acababan de salir del crematorio, estaban calentitas. Yo llevaba el cofre en brazos y bromeé diciendo "Está calentito, como cuando estaba vivo" (es que era de esos de piel cálida siempre), y hubo alguno que me miró con mezcla de espanto y admiración.
Cá uno es cá uno.



El caballero y la muerte








Guía del idiota para luchar contra la dictadura siria y a la vez oponerse a la intervención militar



Krak de los Caballeros



Guía del idiota para luchar contra la dictadura siria y a la vez oponerse a la intervención militar

Jadaliyya.com
[Resulta oportuno escribir estas líneas desde Beirut, donde se da una profunda polarización entre quienes morirían por el régimen sirio y quienes querrían que desapareciese a toda costa. Los que no soportan ninguna de esas dos posturas son tachados, por ambas partes, de cobardes y oportunistas; también por quienes integran el campo pro saudí. Fuera del contexto árabe, a los comentaristas pro-Israel no les va a gustar la posición que aquí matizo porque Israel y EEUU aparecen con una luz no precisamente favorable. Tan buena compañía como son... El autor NO postula que esta sea la mejor interpretación acerca de una posición matizada: tan solo es una de las que cabría hacer.]

Tras casi cinco décadas, una vez llegado el momento de oponerse públicamente al gobierno autoritario en Siria, uno habría pensado que eso era lo racional y decente que cabría hacer. Y lo es. Más que eso, es una responsabilidad para cualquiera que se preocupe por los sirios (dejemos “Siria” a un lado por el momento) y de su lucha a favor del establecimiento de un sistema político libre de toda forma de opresión. Por tanto, ¿dónde está exactamente el problema?

¿Por qué combatir la dictadura es algo intuitivo?
Es fácil, racional y justo adoptar una oposición inequívoca ante las largas décadas de gobierno autoritario del régimen sirio. Es igualmente fácil, racional y justo condenar severamente y oponerse a los diez meses que lleva el régimen aplastando a manifestantes independientes. Sin embargo, los partidarios del régimen y diversas gentes del campo antiimperialista replican que algunos de esos manifestantes son agentes de fuerzas externas o simples bandas armadas.
Aunque puede haber un ápice de verdad en ese argumento, resulta algo vano. Es, en realidad, un insulto a la inteligencia de cualquier observador sirio. Pasa por alto la brutalidad del régimen en los últimos diez meses de levantamiento. Borra temerariamente décadas de opresión, detención, encarcelamiento, amordazamiento, excomunión política y tortura que el régimen ha venido imponiendo ante cualquier mero indicio de oposición. Ese es el régimen que cumplirá cincuenta años el próximo año.
En efecto, solo el implacable autoritarismo de Sadam Husein en Iraq logró superar el legado represivo del régimen sirio. Esto no es ningún secreto. No es una descripción polémica. Es así a pesar de la relativa estabilidad de Siria hasta marzo de 2011. Sus instituciones eran humildes pero suficientemente funcionales. Sus ciudades eran relativamente seguras. Y a partir de los últimos años de la década de los ochenta, sus centros urbanos alardearon de una vida cada vez más bulliciosa y dinámica. El régimen vendió esas características como un modelo de “paz social”.
La amenaza de duras represalias, junto con la formación y cooptación estatal de una clase empresarial excepcionalmente corrupta, constituían algunas de las desoladoras piezas que mantenían unida esa frágil “paz social”. A este respecto, también fue importante el hecho de que el estado del bienestar sirio pudo satisfacer las necesidades mínimas de la mayoría de los ciudadanos sirios hasta los años noventa, aunque las zonas rurales estaban en gran medida abandonadas. Por último, es precisamente la relación entre el estado y los más altos niveles empresariales de mediados de la década de los ochenta, lo que exacerbó gradualmente la polarización regional y social de Siria. Después de la sucesión de Bashar al Asad en 2000 y, en última instancia, la llegada de un equipo de supuestos “liberalizadores” en 2005, el partido Baaz sirio (en todos los lugares) introdujo lo que denominaron Economía de Mercado Social. Y fue para responder a varios llamamientos que no emanaban de la mayoría de ciudadanos sirios. Dentro de la aún constitucionalmente república socialista, el nuevo anuncio pretendió dar un golpe casi formal a los restantes vestigios de una economía centrada en el Estado.
Una serie resultante de camufladas políticas neoliberales y de mala suerte exacerbaron las disparidades estructurales y el descontento social existentes entre los menos privilegiados. La creciente retirada de subsidios estatales y de prestaciones sociales, la introducción gradual de débiles instituciones de mercado para sustituir a las corruptas pero funcionales instituciones del estado, junto con la continuada y terrible mala gestión de la economía se convirtieron en un conglomerado que propició el descontento social. Las escasas lluvias a lo largo de la última década causaron además migraciones masivas y la pérdida de puestos de trabajo en el campo, añadiendo combustible y, si así se me permite decirlo, ubicación, al fuego de las potenciales protestas sociales a partir de 2010. Solo se necesitaba una chispa. Bouazizi la proporcionó. La “paz social” de Siria quedó expuesta y diezmada.
Pero no todo empezó en marzo de 2011. Bajo las tranquilas y confortables calles de Damasco y Alepo, quedaban y aún quedan miles de prisioneros políticos. Atestando las cárceles sirias y aisladas unidades de confinamiento incluso mucho antes del levantamiento, había islamistas y ateos, liberales y comunistas y de muchas más procedencias. Los prisioneros eran de todo tipo y condición y, en efecto, se ajustaban a la retórica oficial del régimen sirio. Incluían a quienes habían dedicado sus vidas a defender la causa palestina contra el apartheid del estado de Israel. También a quienes habían conseguido honorables records oponiéndose a la duplicidad de EEUU y sus brutales políticas en la región, su apoyo a las dictaduras y su lanzamiento de guerras bárbaras a partir de falsos relatos.
La culpa de los prisioneros no era ser conspiradores, sino oponerse al régimen. Su encarcelamiento y tortura subrayaban el hecho de que el antiimperialismo no ha sido nunca, ni será, la prioridad del régimen. Está claro que el Consejo Nacional Sirio (CNS) no va a ser mucho mejor en ese aspecto. En realidad, el Consejo es ya mucho peor en lo que se refiere a los asuntos relacionados con la autonomía frente a los actores externos.
La tragedia es que la ascensión de tal entidad problemática –el CNS-, que cuenta con diversos grados de apoyo local, es una prueba innegable de la profunda represión y bancarrota del régimen. Algunos pueden defender que el apoyo del régimen a varias legítimas causas regionales, o a “la causa”, es un subterfugio ante la horrenda represión interna que crea resentimiento incluso entre los defensores de las causas. Muchos sirios están hartos de esa duplicidad, que se ha mantenido a sus expensas. Puede incluso que parezcan no estar interesados en las cuestiones y cálculos regionales. Muchos de los que se mueven en el campo “pro resistencia” consideran esa no prioridad del antiimperialismo, o incluso el llamamiento interno a una intervención externa, como una traición. No son capaces de captar la exasperación, desesperación, vulnerabilidad y, en última instancia, la fuerza motivadora de la auto-preservación. No ha sido sino el régimen el que ha motivado el nacimiento de ese imperativo de auto-preservación.

El imperialismo no es siempre el problema principal para el régimen sirio ni para los manifestantes
Para los analistas que viven fuera de Siria, una cosa es oponerse y condenar la intervención extranjera (entre los que se cuenta de forma inequívoca quien estas líneas escribe), y otra cosa es asumir que forman parte de una conspiración aquellos que en las presentes circunstancias la están pidiendo en Siria.
Lo repito de nuevo, es la brutalidad del régimen sirio desde 2011, aunque también desde mucho antes, lo que ha creado las condiciones para que aumente el apoyo de la calle a la petición de una intervención extranjera que detenga la matanza. Es verdad que algunos pueden haber tenido desde el principio motivos ulteriores, conexiones o planes como partidarios de la intervención. Pero la mayoría de los que piden la intervención se han visto brutalmente obligados a hacerlo. En estos momentos no están pensando en la cuestión de apoyar u oponerse al imperialismo.
Tengan ahora un poco de paciencia conmigo. Imaginemos un escenario salvaje en función del cual EEUU hubiera debido intervenir para detener la masacre israelí contra los palestinos en Gaza en enero de 2009. ¿Habrían objetado algo los habitantes de Gaza, bajo una lluvia diaria de bombas y balas, en función del carácter imperialista de EEUU? ¿O quizá los gazatíes lo habrían rechazado debido a sus sospechas acerca de los potenciales planes de EEUU para la etapa post-intervención? Seguramente muchos desde fuera estarán pensando y puede que también algunos desde dentro. Pero probablemente la mayor parte de los gazatíes no se habría entretenido en reflexiones ideológicas y geoestratégicas mientras desde los cielos se abalanzaba la muerte. Además, incluso si en ese escenario bárbaro hubiera resultado corta de miras la aceptación por parte de los habitantes de Gaza de la intervención exterior, hubiera sido absolutamente ridículo afirmar que todas esas personas formaban parte de una conspiración imperialista.
No siempre es algo esencial para todos la lucha contra el imperialismo. No reconocer esto es perder la lucha contra el mismo imperialismo.
El campo de la “resistencia” parece querer, o esperar, que las personas y las familias que están siendo cazadas y tiroteadas por las calles sirias den prioridad a la retórica antiimperialista del régimen por encima del instinto de auto-preservación y de su lucha por la libertad frente al autoritarismo. De nuevo hay que recalcar que esa lucha no puede quedar invalidada por el hecho de que algunos dentro de Siria estén abusando de esta dinámica para pedir el tipo de intervención exterior que los enemigos regionales e internacionales del régimen soñaron siempre.
Si los retrógrados del campo “pro-resistencia” sienten indignación o angustia ante esas llamadas, deberían recordar la historia moderna de Siria. En efecto, es el campo antiimperialista y a favor de la resistencia quien tiene algo que hacer en estos momentos. Cualquier tipo de antiimperialismo debe necesariamente incluir un rechazo del autoritarismo. Apoyar la resistencia al imperialismo a expensas de los derechos más inalienables de toda una comunidad solo puede augurar la derrota. Por tanto, dejémonos ya de este juego tonto y ofensivo de acusar a los detractores del régimen sirio de ser necesariamente pro-imperialistas.
Como saben bien los hombres fuertes del régimen, los sujetos, los observadores y los detractores, la prioridad del régimen ha sido por encima de todo, y sí continúa siendo, su propia preservación. Desde la perspectiva del régimen, si eso implica o permite la resistencia ante el imperialismo, donde ciertamente ha hecho más que cualquier otro en la región en los últimos tiempos, mejor que mejor. Si no, bien, mantenerse con vida es ya suficiente, aunque en ocasiones sea necesario situarse al lado de EEUU o de regímenes árabes reaccionarios. Esto es algo parecido a la problemática imagen de EEUU apoyando la democracia en el mundo; si puede involucrarse en la promoción de la democracia, muy bien. Si no, si hay que promover dictaduras que sirvan a sus intereses (como es el caso en el mundo árabe), tanto mejor. Esto se debe a que el objetivo de EEUU no fue nunca crear regímenes democráticos, tan solo patrocinar aquellos dispuestos a acatar sus deseos.
Finalmente, es de vital importancia desentrañar las fuentes de las críticas al régimen sirio. ¿Tienen las críticas en mente los intereses de Siria? ¿O van buscando el mayor beneficio para los intereses del establishment estadounidense e israelí y de sus defensores? Por no mencionar la importancia de desentrañar a toda una camarilla de actores diversos, como son Arabia Saudí y sus secuaces, varios países europeos y lo que queda del movimiento libanés del 14 de Marzo.

¿Por qué se aborrece la intervención extranjera?
Proteger y defender el autoritarismo partiendo de la base política de que sirve como resistencia ante la intervención extranjera, se ha convertido en una visión desesperadamente miope desde la perspectiva misma de quienes están a favor de la resistencia. De la misma manera, no comprender las implicaciones y consecuencias de una intervención extranjera en Siria en la coyuntura actual es igualmente miope a todos los niveles. Este momento de agitación regional y repugnantes alineamientos políticos que unen lo peor de las políticas exteriores del “Oriente” y del “Occidente” y que data ya de décadas (en realidad, mucho más tiempo que el record del régimen sirio oprimiendo a sus propios ciudadanos), hay que tener suma precaución. Es decir, Siria está siendo utilizada por varias potencias –incluido EEUU, Arabia Saudí y sus coros- como ocasión para conseguir sus objetivos respectivos o colectivos en la región. Y sus propósitos son sin duda reaccionarios respecto a los intereses de la mayoría de los pueblos de la región, como las pasadas décadas nos atestiguan y como los actuales levantamientos contra los “frutos” de esos objetivos dejan claro, incluso para algunos escépticos. Sin embargo, esto no significa que debamos retirar nuestra oposición y parar la lucha contra la dictadura siria. Solo sirve para recordarnos cómo no tenemos que hacerlo.
Hay que empezar con la afirmación, sencilla y sin dramatismos, de que la situación siria es algo más que la situación siria. Sin embargo, esta afirmación no debe hacerse a expensas de las vidas sirias. Desde mediados del siglo veinte, que se pusieron en marcha una serie de diseños europeos para dominar e influir en los países o políticas del Oriente Medio a través de esquemas tales como el Pacto de Bagdad, Siria era, ante todo de forma pasiva, un importante premio regional. Una vez que Hafez al-Asad tomó el poder en el llamado “Movimiento Correctivo” de 1970 y 1971, Siria se convirtió en un actor regional mucho más fuerte que pudo determinar no solo su propia política interna sino también, en ocasiones, la de otros países.
Siria se trocó, especialmente, en un miembro dirigente del “frente del rechazo”: un frente que buscaba plantar cara a Israel sin sucumbir ante planes bilaterales de “paz” que no perseguían una solución justa y global al conflicto israelo-palestino. Salvo por un breve período de confrontación entre Siria e Israel en 1982 –cuando Israel derribó varios aviones de combate sirios en un patético enfrentamiento de poder aéreo-, la historia dice que la frontera israelo-siria ha sido el lugar más seguro sobre la tierra, a pesar de la ocupación de los Altos del Golán. Sin embargo, por poderes, y sobre todo a través de actores no estatales como Hizbollah y Hamas, Siria se convirtió en el último y único estado en enfrentarse a Israel. A nivel regional, el régimen sirio adquirió una reputación de valentía. Eso no se debió a que luchara activamente contra el racismo y la conducta ilegal de Israel. Fue porque todos los demás estados árabes eran más o menos unos calzonazos, por utilizar una palabra sofisticada (aunque algunos afirman que eran racionales, pero dejemos eso para otro momento).
En 1993, la postura de Siria como “único” estado capaz enfrentarse parecía estar aún más reforzada. Eso era debido, por una parte, a la irrelevancia militar y derrota iraquí. Por otra, la “paz” con Israel había proliferado en múltiples frentes: los acuerdos de Oslo, el tratado de paz israelo-jordano y flirteos más profundos entre Israel y diversos países árabes, especialmente Qatar y Marruecos. Cuando Gadafi dio el finiquito a EEUU y al Reino Unido por ser chicos malos y se unió con prontitud a la comunidad de naciones legales, no fue otro sino el gran intelecto de George W. Bush quien consideró a Gadafi como una especie de modelo. A mediados de la pasada década el régimen sirio era el único país árabe que quedaba que no estaba dispuesto a halagar a EEUU.
El régimen sirio fue más allá. Continuó apoyando la resistencia contra la ocupación israelí sosteniendo tanto a Hamas como a la Yihad Islámica (ambas con oficina en Damasco). Se opuso a la brutal y arrogante invasión de Iraq en una forma que ningún país árabe hizo. Continuó siendo el único estado bien dotado laico y explícitamente, aunque solo fuera de forma retórica, antiimperialista en la región.
Pero para EEUU, Israel, algunos países europeos, Arabia Saudí y sus acólitos en el Líbano y en el Golfo, es el eje Siria-Hizbollah-Irán el que sigue constituyendo el desafío más formidable. Sacar de ahí a Siria debilitaría a Hizbollah y aislaría a Irán, el gran premio. Con Siria fuera de juego, Hizbollah se quedaría sin su seguro corredor de transporte de armas y vería reducida su capacidad de respuesta en caso de un ataque contra Irán.
Un ataque contra Irán enfrentaría también a Turquía con un dilema. Aparte de las dos caras de su posición frente al autoritarismo sirio a la vez que oprime a la resistencia kurda, Turquía tendría que equilibrar dos deseos conflictivos. Por una parte, la administración turca confía en alimentar su imagen hegemónica regional a través del consentimiento y admiración de la calle árabe. Pero es esa misma calle la que rechaza la alianza EEUU-Arabia Saudí que Turquía está implícitamente apoyando mientras dicha alianza se esfuerza en aislar al régimen sirio.
En cualquier caso, excluyendo a Turquía, los actores que se amontonan para beneficiarse de la caída del régimen sirio son, en un análisis final, no menos problemáticos que el régimen sirio mismo. En resumen, esos actores son en realidad más violentos, discriminatorios y antidemocráticos respecto a su visión colectiva y/o individual a largo plazo para la región. ¡La unión hace la fuerza! Si alguno apoya o no al régimen sirio, la caída del régimen sirio es algo más que esa caída.
Esto no significa que haya que oponerse a esa caída por medios internos. Como he defendido en otra parte (aquí [*] y aquí), el pasado o el potencial papel regional de Siria no debe ser una excusa para apoyar su mantenimiento. En cambio, apoyar la desaparición del régimen sirio por todos los medios, incluida la intervención militar externa, es tremendamente insensato, especialmente si el objetivo es salvar vidas sirias o crear el marco para una vía de autodeterminación post-régimen.
Cualquier intervención militar que venga apoyada por la colección arriba citada de tipos torpes y brutales devastará Siria debido a una gran cantidad de consecuencias intencionadas o imprevistas. La extraña y cruel afrenta incrementaría exponencialmente el número de víctimas sirias tanto en términos absolutos como relativos, sin conseguir ningún resultado definitivo apreciable. Además, un factor externo encendería de nuevo otras luchas locales y regionales en vez de poner sencillamente fin a un gobierno interno autoritario y preparar el camino para los desarrollos democráticos.
Uno puede sentirse hoy conmovido por la urgencia de salvar vidas sirias pero si este es el objetivo final, y si la autodeterminación de los sirios es el resultado deseable, uno puede fácilmente ver los peligros de una intervención militar que convertirá en una especie de picnic la actual matanza. Consideraciones ideológicas aparte, puede discernirse la magnitud de la complejidad y el caos anticipando sencillamente el conflicto que envolverá a Irán, Hizbollah y a un amplio sector de la población siria. La oposición interna y regional a la intervención militar externa en Siria aumentará más aún cuando el ataque se haga inminente. A menos que la brutalidad del régimen alcance aún proporciones más graves antes de la intervención (mis disculpas por la frialdad de este cálculo), será algo contraproducente, por decirlo de forma suave.
En cuanto al engaño de las zonas de exclusión aérea que se estima pedirán muchos, aunque se opongan a una intervención militar a escala total, me recuerda a la forma en que algunos chicos solían prometer a sus novias que no iban a hacerlo hasta el final. Las zonas de exclusión aérea son igualmente poco realistas y, al fin y al cabo, mucho menos placenteras. No puedo decir más aquí y no puedo creer que vaya a mantener la frase anterior en el escrito.
En resumen, ambas posturas son factibles de forma simultánea: oponerse al régimen y oponerse a la intervención militar extranjera. El problema se plantea con la cuestión de la agencia.

El problema residual de este artículo
Para no sentirme superado por este artículo, es vital señalar un defecto, o ausencia del mismo, dentro de él e introducir una advertencia anticlimax. Primero, debo admitir que el tenor de la posición elaborada en las líneas anteriores carece de una agencia clara (por ejemplo: una institución, partido o movimiento) que pueda convertirla en una senda real y practicable. El CNS no es precisamente la respuesta. Pero esta cuestión no ha sido nunca el objeto del debate discutido en ellas. Por tanto, este artículo es un intento muy modesto y desesperadamente insuficiente para engendrar una discusión que sitúe o catalice tal colectivo.
Algunas tendencias de la oposición, incluida la dirección de los comités nacionales de coordinación, mantienen una posición matizada pero por lo general se oponen ferozmente. Según los manifestantes y organizadores independientes sobre el terreno en Siria, hay espacio para el crecimiento y eficiencia de una oposición verdaderamente democrática que no siempre está de acuerdo con el CNS. Es verdad, ambos partidos pueden hoy beneficiarse uno de otro para sus propios objetivos. Sin embargo, hay una creciente preocupación entre muchos activistas sobre el terreno respecto a adónde se dirige el CNS, cómo está funcionando ahora y cómo va a funcionar a largo plazo. Esta tensión, que se hace evidente entre el CNS y otros grupos de la oposición más pequeños fuera de Siria, aún no se ha hecho explícita. Quizá los rayos de luz más brillantes sean los informes de que la mayor parte de la oposición en el interior de Siria no sigue los consejos de nadie de fuera de Siria, y por muy buenas razones, a pesar de la apariencia en contrario. Solo estas fuerzas internas son las que pueden resolver el problema del liderazgo.
La advertencia anticlimax que ofrezco es que nadie, fuera del CNS y de una parte de la oposición interna, está pidiendo una intervención extranjera de forma inexorable. Y no es por falta de necesidad o deseo. Además de los argumentos sugeridos arriba desde un punto de vista general, la ausencia de disposición a una intervención exterior se debe a múltiples factores que no pueden siempre intuirse.
Puede ser en gran medida por la coyuntura crítica, algo de disuasión y un poco de cinismo entre quienes se mueven en el campo anti-sirio (contra su régimen, importancia geoestratégica y/o pueblo). En primer lugar, Siria no es Iraq ni Libia. No tiene amplios recursos naturales que utilizar como hipoteca de futuros reembolsos para “nobles acciones” (¡Occidente tiene que dejar de liberar a los pueblos!). En segundo lugar, los disturbios pueden potencialmente desbordarse a los nuevos campeones de la democracia en y alrededor de la Península Arábiga, por no mencionar al Líbano y los peliagudos derivados de nuevas inestabilidades en ese país “dejado de la mano de Dios”. En tercer lugar, el actual régimen sirio lleva décadas protegiendo sus fronteras con Israel (con él mismo actualmente si pensamos en los Altos del Golán). Nada malo ante las largas décadas de violaciones del derecho internacional por parte de Israel. En cuarto lugar, Siria tiene muchos amigos, grandes y pequeños, que no se detendrán. Y algunos, como Rusia, tienen una flota fondeada cerca de las costas del norte de Siria.
Por último, como el venerable Kissinger solía decir en la década de los ochenta (estoy parafraseando): Dejen que los iraníes y los iraquíes se maten entre ellos, que eso le facilitará las cosas a EEUU. Así pues, a algunos les gustaría que los sirios se mataran unos a otros, durante un espacio de tiempo bastante largo antes de poner en marcha la intervención. Se sentirían felices de ver cómo se deshacen incluso la infraestructura y las instituciones sirias mientras se exacerban las divisiones políticas y sociales hasta un punto en que se reduzcan las posibilidades de una futura acción colectiva durante mucho tiempo. Se desconoce la trayectoria de Siria a largo plazo tras la caída del Baaz, bien se trate de considerar cuestiones de resistencia, antiimperialismo o la lucha para reconquistar el Golán. Por tanto, desde la perspectiva de todos los que se mueven en el “campo Kissinger”, ¿porqué no esperar a que Siria y los sirios se debiliten aún más, en lugar de empujarles ahora a un veloz final? Si uno, o un gobierno, apoya la seguridad del estado-apartheid de Israel, ¿qué podría ser mejor que una prolongada carnicería en Siria?
Por tanto, por el momento, una intervención militar externa no está aún de forma seria sobre la mesa. Pero los conflictos del discurso alrededor de esta cuestión proseguirán. De ahí, esta guía para idiotas.

N. de la T.:
[*] Véase la traducción al español del artículo referido en:

Bassam Haddad es Director del Programa de Estudios sobre Oriente Medio y profesor del Departamento de Asuntos Internacionales y Públicos de la Universidad George Mason, y es también profesor visitante de la Universidad Georgetown. Es autor, entre otros libros, de “Business Networks in Syria: The Political Economy of Authoritarian Resilience” (Stanford University Press). Es co-fundador y editor de Jadaliyya; co-productor y director del film “About Bagdad”; ha dirigido recientemente una película sobre los emigrantes árabes/musulmanes en Europa titulada “The ‘other’ thread”, etc.




jueves, 16 de febrero de 2012

Dos chorradas de 1984





Mientras cada hombre no controle los asuntos de la vida pública (política) ni controle los mecanismos e intrumentos que satisfagan sus necesidades materiales (economía), habrá un poder que implante una autoridad artificial: la democracia o la tiranía.

La propiedad es el derecho de toda la humanidad, ejercido individual o colctivamente, de aprovechar los bienes productivos y de disfrutar la riqueza que aquellos generan.

Criaturilla...

miércoles, 15 de febrero de 2012

Mi gato no sabe de lucha de clases



Mi compa gramsciano fonollosista adapta un poema de Rocío Silva Santistebán, llamado Mi gato no sabe de subalternidad, y se lo dedica a su gato Cronos.

Mi gato no sabe de lucha de clases

Mientras yo estudio a Gramsci
Cronos juega sobre la mesa
se acerca al libro rojo y lo huele
despacio, auscultando
luego con todo desparpajo
se sienta encima
Ay, si supiera de Marx, de Engels, o siquiera
de Lenin
pero con su gatuna ignorancia
se acerca a mi lápiz para pelear
Ay, cómo lo muerde y lo derriba
Mira al techo buscando un insecto
(su objeto del zarpazo colonizador)
y distraído alarga la pata
sobre la máscara asesina:
el libro de Trotsky
Cronos no sabe nada. Pero lo mira todo.
Yo me desgañito entendiendo
esos conceptos que imagino algún día
me van a liberar
y mientras continuo con la amanecida
entre el temblor de la pantalla
y la enésima página del buscador
Cronos sucumbe al sueño gramsciano
y es más libre que yo.



martes, 14 de febrero de 2012

Es preciosa




Portada de la revista Time


La prensa y los gobiernos occidentales han encontrado ya un nuevo "Satán" que sustituye a los obsoletos Milosevic, Sadam Hussein, Gaddafi...: el terrorista islámico Bin Laden que les sirve para legitimar nuevas aventuras militares avivando los bajos instintos y la ignorancia de la opinión pública ¿Sabe alguien que dicho terrorista es un colaborador de la siniestra agencia de espionaje CIA desde 1979? ¿Sabe alguien que en Afganistán hubo de 1978 a 1992 un régimen progresista que protegió activamente los derechos de las mujeres? ¿Sabe alguien que para derrocarlo el gobierno USA creó y armó una corriente fanática integrista a la que hoy atribuye los atentados del 11 de setiembre?
Queremos que se conozca el drama del pueblo afgano en las vísperas de una nueva situación dolorosa y que aparezcan al descubierto todas las maniobras sucias realizadas por el imperialismo USA para someter y sojuzgar a dicho pueblo.

Afganistán: su tremendo atraso feudal
Afganistán ha sido y hoy sigue siendo uno de los países mas atrasados del Mundo caracterizado por la pobreza de su población, su heterogeneidad étnico cultural, sus relaciones sociales arcaicas y el dominio ejercido por una casta de señores feudales que se apoyan en la religión musulmana para autolegitimarse. Según datos de UNICEF en 1969 la tasa de mortalidad de niños menores de 5 años era la mayor del mundo: 380; la tasa bruta de mortalidad infantil era de las mayores: 30; la esperanza de vida era de 33 años. El atraso era padecido especialmente por las mujeres: en 1960 el 15 % de los niños acudía a la escuela pero únicamente el 2 % de las niñas. En 1970 el 13 % de los hombres estaba alfabetizado y sólo el 2 % de las mujeres.
El país era una monarquía de tipo medieval que ejercía un poder escaso y nominal sobre un conjunto de señores de la guerra y dirigentes étnicos y tribales asimismo dueños de la tierra.
En 1973 el rey Mohammed Zahir Shah fue derrocado por su primo Mohammed Daud que estableció un régimen republicano. Dicho régimen permitió la actividad de un Partido Comunista llamado Partido Democrático del Pueblo de Afganistán (PDPA), que tenía su base en la escasa intelectualidad urbana, los poco numerosos estudiantes y algunos oficiales del ejército. Su programa se centraba en la reforma agraria, la liberación de la mujer y la alfabetización de la población a desarrollar por un gobierno de ?obreros, campesinos, intelectuales ilustrados y progresistas, artesanos, la pequeña burguesía y los capitalistas nacionales?.
El nuevo régimen no sacó al país de su atraso y en 1978 intentó suprimir el PDPA.

La revolución de abril.
Sus partidarios en el ejército contraatacaron y derrocaron a Daud tomando el poder. El PDPA era un pequeño partido de 15 mil militantes dividido en varias fracciones. Una de ellas se hizo con el control del gobierno y reprimió a sus rivales. El fundador del partido Mohammed Taraki fue asesinado y varios miles de sus militantes encarcelados. Sus abusos echaron a los brazos de la oposición feudal a un sector campesino.
Pero el principal peligro viene de la contrarrevolución activamente apoyada y armada por la CIA norteamericana.
El gobierno USA y su CIA estimulan la creación de grupos terroristas formados por señores feudales afectados en sus privilegios por las reformas progresistas impulsadas por el PDPA en el gobierno. En 1978 la CIA instala en Islamabad (Pakistán) un cuartel general encargado de dirigir la guerra y el terrorismo contra el gobierno comunista. El asesor del presidente Carter Zbigniew Brzezinski coordina el suministro de armas a los terroristas. El agente de la CIA Louis Dupree dirige los instructores que adistran a terroristas en 120 campos de entrenamiento creados en Pakistán. La CIA coordina una coalición de gobiernos reaccionarios involucrados en esta guerra contra Afganistán: servicios secretos de la OTAN, Israel, Arabia Saudita y por supuesto la dictadura pakistaní. La ayuda que reciben las bandas terroristas era de mil millones de dólares anuales, proporcionados en su mayoría por los USA. Esta masa de dinero sirve para crear un fuerte movimiento integrista y extremista. Ante la magnitud de la ingerencia extranjera la URSS decide intervenir militarmente para sostener el gobierno afgano y depurar la camarilla que había cometido graves abusos.
En 1979 el rico saudí Usama Bin Laden colabora estrechamente con la CIA en la guerra sucia. Bin Laden integra las filas del Partido Islámico de Gulbudin Hekmatyar, antiguo jefe de la organización reaccionaria Hermanos Musulamanes también conectado con la CIA. Hekmatyar y sus terroristas se dedican a quemar vivos a campesinos, a destruir cientos de escuelas y hospitales, puentes y mezquitas. Otros jefes contrarrevolucionarios son ricos señores feudales: Mojaddedi era dueño de 2000 hectáreas, Mohammed Nabbi además estaba conectado con el Mossad sionista, Rabani era además exportador de alfombras. Son teólogo-terroristas que emplean el Islám para recuperar sus tierras y volver a explotar a los campesinos pobres.

Las reformas progresistas de la Revolución.
Los comunistas afganos tomaron medidas para sacar al Pueblo del atraso y la miseria. En un primer momento distribuyeron tierra a 250 mil campesinos, abolieron todas las deudas contraidas por los campesinos con los terratenientes, liberaron 8 mil presos políticos, declararon la educación universal para ambos sexos. La tasa de mortalidad infantil de menores de 5 años pasa de 380 en 1960 a 300 en 1988; el 80 % de la población urbana accede a servicios de salud; el 63 % de los niños y niñas realizan integramente el curso escolar en 1985-87; la esperanza de vida pasa de 33 años en 1960 a 42 en 1988. Centenares de miles de personas son alfabetizadas. Se aumenta en un 50 % el número de médicos, se dupkica el total de camas en los hospitales; se crean por primera vez jardines de infancia y casas de reposo para los trabajadores.
El gobierno comunista se esfuerza en sacar a las mujeres del tremendo atraso y opresión que sufren: el analfabetismo femenino es reducido del 98 al 75 % y miles de mujeres afganas dejan de usar el chador. Se incorporan a la producción e integran los destacamentos populares de defensa de la revolución con las armas en la mano. Los afiliados del PDPA que practican la poligamia son expulsados del partido. Incluso se incorporan a la vida política: las mujeres son una décima parte de la militancia del PDPA, cifra insuficiente pero que es un gran avance en comparación con la exclusión absoluta que sufren hoy bajo el régimen de los talibanes. La vicepresidenta de la Unión de Mujeres Democráticas Safika Razmiha declaró en 1988:"si no se logra la igualdad de la mujer en nuestra sociedad, es imposible avanzar por el camino del progreso social. Muchos miles de mujeres afganas aún están encerradas en los harenes, millones ocultan su rostro bajo el chador y el 75 % de ellas son analfabetas. La revolución afgana realiza un ingente trabajo para emancipar a la mujer. Pero la correlación de fuerzas es todavía favorable a los atrasos feudales".

Pero la prioridad es la guerra.
Pero es la guerra subversiva y terrorista a gran escala la principal preocupación del gobierno progresista y del Ejército Soviético que intentan defenderse de las oleadas de fanáticos que se lanzan desde los campos de Pakistán. De 1978 a 1986 destruyen casi 2 mil escuelas y 31 hospitales, saquean 906 cooperativas campesinas, destruyen empresas, centrales eléctricas y 41 mil km. de líneas de comunicación. Los que el presidente USA Reagan llama "luchadores de la libertad" entrenados por la CIA, Bin Laden entre ellos, se dedican a matar sin piedad mujeres, niños, ancianos, clérigos partidarios del gobierno, maestros. Matan al superior de la mezquita central de Kabul Maulan Abdul Hamid. Envenenan a cien adolescentes de 14 a 18 años de un liceo femenino de Kabul. Explotan bombas en una plaza comercial llena de gente, en un cine cuando se proyectaba una película para niños. Destruyen aviones civiles de la Afgan Airlines y otras compañias con los misiles Stingers norteamericanos y Blowpipes ingleses. Mas de 200 pasajeros son asesinados sin derecho al despliegue propagandistico de que son objeto los pasajeros de los aviones secuestrados el 11 de setiembre. La guerra está apoyada por la propaganda. En relación al pueblo afganos emiten 8 emisoras gubernamentales dirigidas por "Radio Kabul Libre" filial de la radio de la CIA la "Voz de America" instalada en Pakistán en lenguas afganas.
Los USA consiguen agotar a la URSS en esta guerra de desgaste en la que los asesinos integristas matan a miles de soldados soviéticos. En 1989 el traidor Gorbachov decide abandonar a su suerte al gobierno comunista retirando el Ejército Rojo sovietico. Investigadores norteamericanos reconocen que la CIA y el servicio secreto pakistaní ISI trabajaron intensamente codo a codo para derrocar dicho gobierno e instalar un poder integrista islámico . Para los años 90 miles de terroristas árabes son veteranos de esta guerra sucia y están dispuestos a aplicar sus métodos criminales contra la población campesina y lo soldados de Argelia, los cristianos coptos de Egipto, los civiles serbios y croatas y los comunistas de Bosnia-Herzegovina,etc.. La implicación de la CIA en la creación de ese foco de fanatismo dirigido contra los progresistas, los comunistas y la URSS es absoluta. La CIA pagaba los salarios de 4200 funcionarios de los partidos de oposición.

Caída de la esperanza y llegada del caos.
La oposición llamada en Occidente, incluso por la izquierda "de salón" "Resisencia", que no es mas que un amasijo de 300 comandantes enfrentados entre si y acostumbrados a llenarse los bolsillos con los dólares de la CIA, termina en 1992 por derribar el gobierno comunista. Las conquistas sociales son liquidadas y el país pasa a un nuevo tipo de guerra civil entre los diferentes jefes tribales.
La CIA, el régimen saudí y el general pakistaní Nasrullah Babar forman un grupo integrista aún más fanático y brutal que toma el poder en Kabul en 1996, los talibanes. Los USA pretenden que este régimen no dificulte la instalación de oleoductos que transporten el petróleo centro-asiático a manos de las petroleras yankis. Otras vías alternativas por Irán y China no son posibles. Los talibanes hacen saber mediante dos gestos lo que va a ser su política: arrastran por las calles de Kabul y cuelgan al último presidente comunista, Najibullah, y ordenan a las mujeres a esconderse debajo de de una espantosa pieza de tela. Sus antiguos amos de la CIA pensaron seguramente que su operación había tenido éxito y que Kabul "ya era libre". Poco imaginaban y tampoco sus aliados de la OTAN que los fanáticos integristas se iban a volver contra ellos cometiendo los devastadoras atentados de EEUU y otros lugares.
El pobre pueblo afgano tuvo una oportunidad de obtener un desarrollo pacífico y construir una sociedad más justa. La única ayuda que recibieron de Occidente fue las armas de los bandidos integristas, después las lágrimas de cocodrilo de algunas feministas pequeñoburguesas, los misiles de Clinton y hoy una nueva agresión contra el régimen que los propios occidentales contribuyeron a instalar. Pobre pueblo. Nuestro recuerdo para sus valientes hijos comunistas y patriotas.

Jose Antonio Egido