Captain Davy Jones me envía estos dos pastiches.
Lucrecio en Muriano
(Suave mari magno… De rerum natura, libro II)
Los vientos mecen con fuerza las copas de los eucaliptos del cuartel, y es un deleite contemplar desde la carretera el gran trabajo ajeno; no porque dé contento y alegría ver a otro trabajando, pero es grato considerar los males que no padeces: suave también es sin riesgo tuyo mirar ordenados por los campos y oxidándose grandes camiones oruga y tanques de guerra sin batalla: pero nada hay más grato que ser cliente en la terraza de la cantina y consumir los bocadillos de tortilla, la cerveza, el café y la copa atendido por el servicio tranquilo del cantinero, desde donde puedas distinguir a otros y ver cómo se extravían confusos y buscan el camino del Cuartel General y la Plana Mayor vagabundos, debaten por tedio, se disputan los pases de pernocta y, de noche y de día, no se sosiegan por amontonar cigarrillos y escaquearse. ¡Oh débiles pensamientos humanos! ¡Oh pechos invidentes! ¡Entre qué tinieblas y a qué peligros exponéis la vida, tan rápida, tan tenue!
Marxiana
Señorita mía, encantado, qué gusto de conocerla, qué gran placer. Ante usted me quito el sombrero, e incluso los gemelos, la pajarita, los tirantes, el monóculo,… ja, ja, ja. ¿Dónde volveremos a vernos, señorita mía, en su casa o en la de su vecina? No, no es molestia, usted me la presenta, soy muy sociable como podrá comprobar, si continuamos esta historia de “amour fou”. Puedo casarme con ella, si usted no tiene dote suficiente. Ah, pero no se preocupe, la visitaré todas las noches antes de dormir para darle un vaso de leche o para que usted me lo dé a mí, nunca se sabe.
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