Me dijo Don Francisco (entre las mejores personas que he conocido, siempre pondré en el top del ranking a dos curas, al padre Duarte, que me casó, y a Don Francisco que casó a mis padres, nos bautizó y nos dió la primera comunión - no había, por cierto, dos personas más diferentes entre sí, uno misionero, el otro cura de provincias - y lo digo yo, ateo convicto y confeso desde que tengo uso de razón, que si he visto maldad pura, ha sido entre algunos cristianos; que considero nietzscheanamente que el cristianismo realmente existente, el paulino, es el propio de un "apostol de la venganza"; mas puede que pese positivamente, quizá, que dos de las tres personas que me educaron eran cristianas) que "una cosa es que no haya prejuicio y otra que falte el juicio". No soy seguidor precisamente yo del primer precepto de Lucas 6:37 "No juzguéis, y no seréis juzgados; no condenéis, y no seréis condenados; perdonad, y seréis perdonados"; yo juzgo, aunque juzgue poco, pues suspendo el juicio muchas veces porque considero habitualmente que me faltan elementos para ello y condeno poco, cuando mis son juicios negativos, no sé si por blando, tolerante o magnánimo.
Aunque lo de arriba es en sentido moral, más allá, práctico, el concepto de prejuicio es más amplio, es epistemológico, si no ontológico, pero me ha venido a la mente por la banalidad que sigue: quería hacer una entrada de Vario con tres escenas de películas, Nani Moretti en su Caro diario conduciendo su vespa en el ferragosto romano con la música de fondo de Didi de Khaled, un soberbio Gene Hackman travestido en la versión americana de La jaula de las locas, con el fondo de We are family de Sister Sledge, y el final de El topo, que vi el otro día con ella y con mi hijo mayor, con la música de fondo de La mer (que casualmente coloqué, en una entrada, entre otras hace poco también), en una versión que me encantó. Como la película es reciente en Youtube sólo encuentras trailers, tracks o varios fragmentos grandes de pirateo, no demasiadas escenas concretas. Tampoco conocía quién intepretaba el clásico de Charles Trenet que tanto me había encantado, y he estado gugleando y yutubeando, creí que era Chantal Chamberland la intérprete, pero veía entre las recomendaciones conexas una versión que ni entraba a considerar porque la cantaba un individuo que no me gusta un pelo. Al final la he pinchado, y resulta que era él, cojones, Julio Iglesias. Se me han saltado las lágrimas escuchando una y otra vez la versión porque es poderosa, es bella y la canta este tío que no puedo ver; es una genialidad el final de esta película tan fiel al libro de Le Carré, triste y duro.
Es mala la soberbia.
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