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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

domingo, 23 de enero de 2011

La formación del carácter

           El aviso llegó cuando disolvíamos el piquete. Encontré un vehículo y acudí veloz. Abandoné el coche en un recodo de la carretera, antes de llegar al pueblo, y entré a pie. Enseguida me informaron de que al antiguo alcalde, un primo de mi padre, los guardias, antes  de arrojarlo a un calabozo, le habían fustigado los brazos con vergajos y lo habían atado a unas caballerías. Desesperado busqué a Padre. Corrí por las calles a medio empedrar, preguntando a gritos por él a quienes encontraba. El único que no se escabulló a mi paso dijo que se había lanzado a un pozo de nuestro corralón. Me dirigí hacia allí. Un guardia, en la puerta de la casa, me impidió entrar. Le arrebaté el mosquetón y golpeé su cabeza con la culata hasta abrírsela. Llegaron varios compañeros suyos que se abalanzaron sobre mí. Tras apalearme con saña, me arrastraron por las calles, donde aleteaba un silencio de temor entre los tejados de las casas blancas. Salí del penal de El Puerto dieciséis meses más tarde.

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