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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

miércoles, 12 de enero de 2011

El amor

La primera mujer que rapté y forcé fue mi primera esposa; después capturé muchas más, pero no me casé con todas ellas, claro. La  quería mucho. Era esclava, de allá lejos, y había pasado de mano en mano hasta llegar a esas costas cercanas. Era mayor que yo, así que sabía bien de qué iba el asunto. Por eso acabamos bajo las ramas del gran tejo, ella, una esclava morena, y yo, un jefezuelo joven. De los cinco o seis hijos que tuvimos juntos (ahora no recuerdo bien cuántos, perdonad), todos tenían su color de pelo y ojos, ese color de tierra feraz, de tronco de árbol, ni rastro de mi rubio rojo; pero no había de qué preocuparse, en toda la aldea ninguno de los muchachos tenía el color castaño de los bárbaros. Murió en una incursión de los malditos cristianos, cuando ya me había desposado por segunda vez. Hacía mucho frío y nevó fuerte. Por suerte, sólo la decapitaron, no les dimos tregua. Sí, ella fue la primera.




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