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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

viernes, 7 de enero de 2011

Comisarios políticos

Dejo aquí textos de dos fuentes. El primero es de mi amigo soviético ortodoxo -no le he pedido permiso, ya se lo comentaré-. Los últimos de Connie de la Mora, de su obra autobiográfica "Doble esplendor". Esta fue nieta de Maura, comprometida políticamente, creo recordar que la primera mujer divorciada y primera mujer casada por lo civil en la República. Su segundo marido fue Hidalgo de Cisneros, jefe de la aviación del Ejército Popular, quien también escribió unas interesantes memorias ("Cambio de rumbo"). Ambos libros me los prestó mi amigo legionario liberal.


Tardíamente el concepto de CP se corrompió, como sabemos, y el lenguaje ha ido pudriendo aún más el concepto, interesadamente por supuesto, hasta nuestros días.

Hay que saber analizar la cuestión históricamente, es decir, científicamente. Los CP son una figura esencialmente política que se crea, en principio, sólo para ser adscrita a unidades militares. Ten en cuenta que los ejércitos revolucionarios funcionan inicialmente más por ideología que por disciplina militar y, en el caso del Ejército Rojo, se recuperaron de las cárceles a cuadros militares zaristas, formados en las mejores academias europeas, para dirigir los combates primero en la guerra civil de los años veinte, y luego en la SGM. La lealtad de muchos de esos cuadros, y de otros salidos de las entrañas del pueblo, era dudosa en el peor de los casos, y en el mejor estaba lejos de responder a la disciplina militar clásica.
Los CP tenían como principales tareas garantizar la fortaleza ideológica de las tropas, servirles de apoyo moral, formarlas políticamente y cuidar de su compromiso y de su formación estrcitamente militar. Ten en cuenta que hablamos de ejércitos (el rojo o el EP de la República) formados sobre una base eminentemente política. Conviene recordar los escritos de Lenin sobre las fuerzas armadas. En el socialismo, el ejército es una estructura que forma parte de la sociedad, no es un estamento aparte. Debe, por tanto, someterse en todo momento al dictado del poder político, pero no como en las democracias occidentales, sino sobre la base del compromiso político con el pueblo y con el partido. De ahí que en el socialismo el militar pueda ir de uniforme por la calle, o asistir de uniforme a acontecimientos que en el mundo occidental se consideran privados: un mítin político, una reunión de partido, un evento religioso, un espectáculo deportivo o artístico, etc. El ejército rojo no es un ejército apolítico, sino politizado: su razón última de ser es la defensa del socialismo y el estado socialista.
No se trata tanto de evitar la disidencia, como de garantizar que tanto el mando como la tropa (por eso los CP tenían tanto ascendiente) no dudan a la hora de trasladar a la práctica militar la directriz política concreta.
Luego esto se pervirtió mucho, y en muchos países el CP se convirtió en una casta con poder casi ilimitado. Hoy día es una expresión que se usa con evidente e interesado desprecio, tanto por la derecha como por la izquierda "revolucionaria" (troskos, anarcos, y demás gente pintoresca); estos últimos olvidan que tanto la CNT-FAI como el POUM contaron con su sistema de comisariado político (Orwell se queja de ello en sus escritos, por cierto: habla del coñazo que suponían las charlas políticas de los comisarios).

Amigo soviético ortodoxo




De Connie de la Mora, Doble esplendor.

Nuestras milicias necesitaban sobre todo armas y disciplina. El primer grupo organizado que demostró con el ejemplo que un Ejército Popular, para combatir contra los rebeldes, era no sólo posible sino necesario, fue el “Quinto Regimiento”. Organizado por comunistas, pronto se incorporaron a sus filas hombres de todos los partidos y sin ninguno, dispuestos a defender la república y la independencia de su patria.

Esta unidad que pronto adquirió renombre por su organización, disciplina y eficacia, fue la primera que introdujo los comisarios o delegados políticos, para fortalecer la moral de los hombres y los oficiales. Los mejores soldados son capaces de huir ante el fuego persistente de las ametralladoras, si son malos sus jefes o si tienen la moral quebrantada por la sospecha de que puedan ser traicionados.

El “Quinto Regimiento” ganó su bien merecida fama, porque se pegaba al terreno, sus milicianos nunca corrían empavorecidos y, cuando había que retroceder, lo hacían ordenadamente. Igualmente el “Quinto” no emprendía ni iniciaba operaciones aisladamente, sin orden ni concierto, ni acciones inútiles, que hubiesen costado miles de vidas y reportado poco beneficio. Los comisarios políticos tenían por misión explicar, con palabras sencillas y al alcance de los soldados, cuál era el significado de la contienda española: qué era lo que estaban defendiendo y los procedimientos más eficaces y simples para que la defensa fuese efectiva. Enseñaban a leer y a escribir a los analfabetos, daban conferencias sobre temas militares, culturales y políticos durante las épocas de inactividad en los frentes y se ocupaban del bienestar físico y moral de los soldados y de sus necesidades materiales.

Páginas 340-341

Todos habíamos oído hablar de las actividades culturales en el Ejército Popular y aquel periodista quería comprobar por sí mismo si eran verdad los datos que hacía poco había publicado el ministerio de instrucción pública, regido por un comunista

El soldado a quien se dirigía levantó los ojos del periódico.

- Casi todos los hombres que formamos este batallón hemos aprendido a leer desde que empezó la guerra- respondió con naturalidad-. Algunos sabían leer algo, sus nombres y algunas palabras más, escritas en letra de imprenta; pero la mayoría ni eso. Yo mismo no había visto nunca mi nombre escrito. Ahora, mire. – y apuntó hacia el periódico que estaba leyendo.


- He hablado mucho de esto con nuestro comisario -continuó diciendo el soldado-, y me ha dado muy buenos consejos. Dice que las mujeres tienen que aprender a leer igual que los hombres, porque ellas también deben enterarse de lo que dice la prensa y de quiénes son nuestros amigos y quiénes los enemigos del pueblo, y yo creo que el comisario tiene mucha razón.

Páginas 427-429

Doble Esplendor. Connie de la Mora. Editorial Gadir.

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