Una alegoría de la filosofía sería la que describiera uno de esos seres feéricos, preferentemente con forma de mujer, que aparecen en los relatos fantásticos, con aspecto joven y hermoso. El embeleso de esa belleza es el que engatusa -no siempre, ni mucho menos, con ánimo estafador- a los hombres, hasta que un brujo o un mago declaman un sortilegio que transforma al duende en ese espíritu primigenio feo y anciano que en realidad es. Pero al cabo del tiempo el duende vuelve a convertirse, bajo otra faz, en un ser bello que convence a los hombres.
La inteligencia persuade por su belleza.
Los momentos son simples y los contextos son complejos.
El pensamiento es una hojarasca.
Guardaos de las filosofías afilosóficas.
Si hay filosofías fornicadoras, ¿por qué escoger filosofías masturbatorias?
¿La razón distinta de la voluntad? Se forma tanto ésta en aquélla que se confunden.
El intelecto mide, la razón penetra.
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