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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

miércoles, 26 de enero de 2011

Filosofía

Una alegoría de la filosofía sería la que describiera uno de esos seres feéricos, preferentemente con forma de mujer, que aparecen en los relatos fantásticos, con aspecto joven y hermoso. El embeleso de esa belleza es el que engatusa -no siempre, ni mucho menos, con ánimo estafador- a los hombres, hasta que un brujo o un mago declaman un sortilegio que transforma al duende en ese espíritu primigenio feo y anciano que en realidad es. Pero al cabo del tiempo el duende vuelve a convertirse, bajo otra faz, en un ser bello que convence a los hombres.


            La inteligencia persuade por su belleza.

            Los momentos son simples y los contextos son complejos.

            El pensamiento es una hojarasca.

            Guardaos de las filosofías afilosóficas.

            Si hay filosofías fornicadoras, ¿por qué escoger filosofías masturbatorias?

           ¿La razón distinta de la voluntad? Se forma tanto ésta en aquélla que se confunden.

            El intelecto mide, la razón penetra.

           ¿Y qué sabe el sabio? No cabe un sabio torpe, infeliz, malvado. ¿Qué se ha filtrado en el espíritu de un sabio?


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