Captain toca el órgano en la tempestad, habla con Calypso y nos deja dos de sus cuentecillos.
El mejor de su vida
No se habían visto durante nueve meses. Ella lo invitó a su fiesta de cumpleaños y él acudió con su desfachatez y con un libro vulgar como regalo. Los demás amigos se fueron al acabar la velada y una excusa banal justificó que ella le preparara la habitación de invitados para pasar la noche. Ella no durmió con tranquilidad. Él, sin embargo, lo hizo a pierna suelta. Cuando despertó, estaba perfectamente despejado para ir a su cama, fornicar atléticamente, vestirse e irse. No se volvieron a ver. Sí hablaron, una vez más, por teléfono.
Comunicación
Ella llegó allí sola y triste y enseguida lo conoció. La rutina se compuso pronto. Tras la jornada de trabajo, de lunes a jueves, por las tardes, asistían a sesiones de cine y, después, tomaban unas copas por los bares, con los compañeros. Casi siempre acababan ellos solos en las afueras del pueblo, en el coche. Él besaba los pechos de ella y también, a veces, su pubis y sus muslos. Ella lamía el miembro del joven antes de masturbarlo. Cuando la noche no era fría, hacían esto mismo fuera del vehículo, sobre una manta. Durante ese año ella no le dirigió la palabra. Él se veía con otra chica de viernes a domingo.
Curiosa elección.
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