Recordad, y no bajéis la guardia: los dos cerditos vagos del cuento - encantadores, frívolos y crueles – se conmueven hasta las lágrimas cuando ven a la abuelita en la nieve.
Todos somos rusos blancos.
Los pobres no aman a sus abogados.
Aunque no las he tratado a todas, creo que no hay mujer atea. Yo, al menos, aún no he conocido a ninguna; como mucho, descreída.
Un acto difícil para los hombres es dar las gracias, no ya a otros hombres, sino al fatum, a dios, a la vida, al azar,…
Cada día morimos y renacemos, dejamos de ser quienes somos y volvemos a ser los mismos.
Dice el predicador: “¡Es necesario creer!” Y contestamos: “¡Ah, pero cuanto más fácil es cuanto más llenó el feligrés su buche!”
La riqueza (ni más ni menos que poseer en un momento y un lugar dados lo que otro no tiene) facilita la complacencia y los sentimientos febles desde la atalaya de la comodidad.
Actúa con generosidad, con amor, da: sólo esto te salva del insondable abismo de la inmanencia de la materia, de la lucidez desesperante. Pero no confíes en la pureza de intenciones, no existe. (Nietzsche: "Ver sufrir produce bienestar; hacer sufrir, más bienestar todavía - ésta es una tesis dura, pero es un axioma antiguo, poderoso, humano-.")
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