"Señores, no estén tan contentos con la derrota de Hitler. Porque aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al Bastardo, la Puta que lo parió está caliente de nuevo".
B.B.
Birkenau. Porrajmos |
A casi setenta años del fin de la guerra y
dos décadas después de que se decidiera su construcción, se inaugura junto al
Reichstag el monumento oficial a la matanza nazi de gitanos
Internacional | 25/10/2012 -
00:17h
Advertencia para el
presente
·
"El destino de cada una de esas víctimas es motivo de vergüenza y al
mismo tiempo una advertencia para el presente", dijo en su discurso de
inauguración la canciller Angela Merkel. “Este genocidio ha dejado profundas
señales y aún tiene profundas heridas. Este memorial incluye una promesa de
protección de las minorías”, añadió.
Ayer fue un día
importante para los gitanos europeos
y para los sinti y romaníes de Alemania y
Europa central-oriental en particular. Veinte años después de la decisión, se
inauguraba en Berlín el primer monumento oficial del genocidio gitano, el
"Porrajmos" como se dice en lengua romaní,
literalmente la "devoración". El lugar está muy cerca del memorial de
la Shoa y del Reichstag, en el corazón de la
capital alemana.
Hasta medio millón de
gitanos, el número exacto se desconoce, se estima que fueron exterminados por
los nazis, pero el hecho tardó casi cuarenta años en ser reconocido
oficialmente.
Fue el canciller Helmut
Schmidt quien, en 1982, recibió por primera vez a una delegación del consejo
central de los sintis y romaníes alemanes, el nombre que ésta minoría de 11
millones, la mayor de Europa, se da a sí misma en Alemania. Antes, en pascua de
1980, un grupo de gitanos supervivientes del holocausto había
tenido que iniciar una huelga de hambre en el campo de concentración de Dachau
pidiendo el reconocimiento del genocidio gitano y el fin de la discriminación.
Mucho antes, en los juicios de Nüremberg contra los más altos jerarcas nazis el
holocausto gitano no fue tratado más que de pasada, recordó ayer Zoni Weisz,
representante de los supervivientes de aquella matanza.
El de Weisz fue el
discurso más impactante de la jornada, provocó lágrimas entre muchos de los
presentes. Cruda y directa sonó la afirmación del representante gitano: “la
sociedad no ha aprendido nada, de lo contrario su actitud hacia nosotros sería
otra”, dijo.
La inauguración del
memorial, con discurso de la canciller Angela Merkel y
en presencia del presidente federal, Joachim Gauck, ha tenido lugar veinte años
después de que se tomara la decisión de erigir el monumento. Se trata de una
obra del veterano artista judío Dani Karavan efectuada alrededor de un pequeño
estanque que incluye un mecanismo triangular en el centro en el que cada día se
depositará una flor. El estanque circular está rodeado de una superficie
empedrada de doce metros con los nombres de los campos de concentración que
albergaron a gitanos. Una larga lista europea. El proceso de realización de
este monumento, rodeado de polémica y malentendidos, no hace sino ilustrar el
carácter de “cenicienta del holocausto” que tiene la memoria de la matanza
gitana.
A diferencia de la
aniquilación en cautividad de 3 millones de prisioneros soviéticos, sobre los 5
millones que capturó el Tercer Reich, de los homosexuales, de los comunistas e
izquierdistas en general, y aún más de los seis millones de judíos, los gitanos
están en el furgón de cola de la memoria.
Después de la guerra la
memoria del genocidio gitano fue omitida, tanto en el Oeste como en el Este de
Europa, aunque en Polonia sí hubo actos conmemorativos ya en los años sesenta.
En Alemania no hubo reconocimiento político ni legal, y, “la propaganda nazi
sobrevivió como prejuicio social a la guerra”, se dice en medios gitanos. En
1990 se abrió en Heildelberg el primer centro de documentación sobre los sinti
y romaníes alemanes, pionero en Europa, con el apoyo del gobierno federal.
Más preocupante por su
actualidad es que en Europa los gitanos continúan sufriendo hoy extraordinarios
niveles de pobreza y una discriminación rampante con pogroms y violencia
racial, especialmente en países de Europa central y oriental.
La Oficina para Derechos
Humanos de la OSCE calificó el año pasado de “intolerable” la “violencia y
discriminación” que la minoría gitana sufre en países como Hungría, donde ya en
los años ochenta se prohibía el acceso a determinadas discotecas a ciudadanos
de etnia gitana.
“El antigitanismo de la
extrema derecha está siendo adoptado por políticos demócratas que desean
hacerse con los votos de la derecha”, explica Romani Rose, presidente del
consejo central de los sintis y romaníes de Alemania, también presente en el
acto de ayer. Rose menciona la evidencia sociológica que muestra claramente
cómo en los últimos años aumenta la violencia racista en Alemania y en Europa.
“Ese racismo ya no es de
extrema derecha sino que encuentra cada vez más apoyo en el centro de nuestra
sociedad“, dice el presidente de la asociación alemana de sintis y romaníes.
En febrero de 1995 una
bomba en un campamento de romaníes de Oberwart, Austria, mató a cuatro personas
y fue considerado como el más grave atentado racista cometido en el país desde
la guerra. El 13 de octubre de 1999 las autoridades de Usti nad Labem (Chequia)
erigieron un muro de dos metros de alto para separar un barrio de gitanos. En
octubre de 2001 cinco miembros de una familia gitana, tres de ellos niños,
murieron en un ataque incendiario realizado por agentes de la policía en la
localidad ucraniana de Málaya Kachóvka.
En el Kosovo ocupado por
la OTAN decenas de miles de romaníes de la región fueron expulsados por los nacionalistas
albaneses. Alemania tiene actualmente el mayor contingente militar en Kósovo,
que hace funciones de policía.
“Sería importante que el
gobierno alemán detuviera las expulsiones de gitanos kosovares”, dice Marian
Luca, experto de la asociación gitana alemana. “Alemania reconoció la
independencia de Kósovo y podría establecer allí programas para mejorar la
situación de los romaníes allí”, dice.
Los desmantelamientos de
campamentos y expulsiones expeditivas decididas por el presidente Sarkozy en Francia
recordaron hace dos años que el fenómeno afecta también de pleno a la Europa
económicamente más próspera, estable y liberal.
“El preocupante
incremento de violencia racial contra sintis y romaníes no está recibiendo la
necesaria atención política”, dice Rose. En Alemania hay 70.000 sintis y
romaníes de nacionalidad alemana, sin contar emigrantes y refugiados.
Prácticamente todos ellos perdieron familiares en el holocausto.
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