Un extracto de esta entrada del blog "Asaltar los cielos", que he añadido a La Red. El texto completo, aquí.
Por mucho que la clase trabajadora contenga dentro de sí las
contradicciones fundamentales del capitalismo, éstas no poseen la potencialidad
de expresarse políticamente más que en momentos históricos de graves crisis
capitalistas, con el empobrecimiento de amplias capas de dicha clase y siempre
que exista una dirección revolucionaria capaz de hacer madurar su conciencia
como clase para sí y de dirigir la estrategia de las luchas.
Éste no es, desgraciadamente para la clase trabajadora, ese
momento histórico. No digo que no pueda llegar a serlo pues los factores
objetivos –la agudización de las contradicciones del capitalismo- están
madurando aceleradamente, bien que aún no hayan llegado a su cenit, pero son
los subjetivos, los que afectan a la conciencia de la necesidad de destruir el
capitalismo y los de organización y dirección revolucionaria de la lucha los
que aún están por aparecer.
La relación entre clase trabajadora y organizaciones de los
trabajadores, sean éstas sindicales o políticas, es dialéctica. Una y otra
interactúan entre sí. Una y otra son, a la vez, causa y reflejo.
Las organizaciones sindicales y las de las izquierdas
políticas (salvo honrosas y más que contadas excepciones) están hoy dominadas
por el derrotismo, el entreguismo, el guerracivilismo entre sus distintas
corrientes, el marasmo y la descomposición política e ideológica, la ausencia
de proyecto transformador (la mayor parte de ellas no aspiran al socialismo) y
la carencia de visión y comprensión del significado real de esta crisis. La
mayoría de ellas, tanto moderadas como “radicales” (pseudoizquierdistas) aún
esperan inútilmente ver llegar al Séptimo de Caballería en forma de los
discípulos de Keynes. Confunden el keynesianismo con la socialdemocracia cuando
esta corriente de pensamiento nunca fue socialdemócrata sino la tabla
contracíclica de salvación que el capitalismo se dio a sí mismo en el pasado y
la socialdemocracia, en su claudicante y burguesa versión del socialismo (el de
Kautsky y Bernstein) pretendían un gradualismo que cambiase cualitativamente la
realidad social. Aproximarse a un socialismo, en el que en realidad no creían,
a través de la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores y de un
poder social creciente de los mismos. La historia vino a demostrar que esta
ilusión era vana pero los presupuestos de una y otra corrientes de pensamiento
y sus propios objetivos no eran los mismos. Si finalmente se produjo la
convergencia entre keynesianismo y socialdemocracia es porque ésta última dejó
de ser socialdemócrata. Cuando apunto este hecho no es con la intención de
salvar a una socialdemocracia asesinada por sí misma sino de señalar la trampa
keynesiana, que sólo sirve para paralizar, esperando a Godot, la puesta en pie
de otras esperanzas realmente revolucionarias que, por supuesto, no pasan por
ninguna reedición de las versiones más progresistas de ninguna versión de la
socialdemocracia.
La clase trabajadora en los países centrales del capitalismo
acabó aceptando el capitalismo, no sin derrotas sangrientas de sus batallas, no
sin grandes combates incluso reformistas, cuando encontró el sucedáneo de
democracia social y económica a través del consumo y de cotas de bienestar que
anteriores generaciones no habían conocido. Hay muchas otras razones de ello
que no veo necesario explicar aquí pero tiendo a desterrar la de la traición si
veo que puedo caer en el conformismo ak buscar la comprensión de los hechos.
Lo cierto es que la relación sindicato/partido –clase
trabajadora produjo influencias mutuas en las que los primeros modelaron el
deseo de transformación social de la segunda y ésta modeló los límites
disidentes de los primeros hasta integrar en el capitalismo las luchas de unos
y otra.
Il quarto stato, Pellizza da Volpedo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario