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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

jueves, 21 de junio de 2012

Del rescate del Reino de España



Un extracto de esta entrada del blog "Asaltar los cielos", que he añadido a La Red. El texto completo, aquí.




Por mucho que la clase trabajadora contenga dentro de sí las contradicciones fundamentales del capitalismo, éstas no poseen la potencialidad de expresarse políticamente más que en momentos históricos de graves crisis capitalistas, con el empobrecimiento de amplias capas de dicha clase y siempre que exista una dirección revolucionaria capaz de hacer madurar su conciencia como clase para sí y de dirigir la estrategia de las luchas.

Éste no es, desgraciadamente para la clase trabajadora, ese momento histórico. No digo que no pueda llegar a serlo pues los factores objetivos –la agudización de las contradicciones del capitalismo- están madurando aceleradamente, bien que aún no hayan llegado a su cenit, pero son los subjetivos, los que afectan a la conciencia de la necesidad de destruir el capitalismo y los de organización y dirección revolucionaria de la lucha los que aún están por aparecer.

La relación entre clase trabajadora y organizaciones de los trabajadores, sean éstas sindicales o políticas, es dialéctica. Una y otra interactúan entre sí. Una y otra son, a la vez, causa y reflejo.

Las organizaciones sindicales y las de las izquierdas políticas (salvo honrosas y más que contadas excepciones) están hoy dominadas por el derrotismo, el entreguismo, el guerracivilismo entre sus distintas corrientes, el marasmo y la descomposición política e ideológica, la ausencia de proyecto transformador (la mayor parte de ellas no aspiran al socialismo) y la carencia de visión y comprensión del significado real de esta crisis. La mayoría de ellas, tanto moderadas como “radicales” (pseudoizquierdistas) aún esperan inútilmente ver llegar al Séptimo de Caballería en forma de los discípulos de Keynes. Confunden el keynesianismo con la socialdemocracia cuando esta corriente de pensamiento nunca fue socialdemócrata sino la tabla contracíclica de salvación que el capitalismo se dio a sí mismo en el pasado y la socialdemocracia, en su claudicante y burguesa versión del socialismo (el de Kautsky y Bernstein) pretendían un gradualismo que cambiase cualitativamente la realidad social. Aproximarse a un socialismo, en el que en realidad no creían, a través de la mejora de las condiciones de vida de los trabajadores y de un poder social creciente de los mismos. La historia vino a demostrar que esta ilusión era vana pero los presupuestos de una y otra corrientes de pensamiento y sus propios objetivos no eran los mismos. Si finalmente se produjo la convergencia entre keynesianismo y socialdemocracia es porque ésta última dejó de ser socialdemócrata. Cuando apunto este hecho no es con la intención de salvar a una socialdemocracia asesinada por sí misma sino de señalar la trampa keynesiana, que sólo sirve para paralizar, esperando a Godot, la puesta en pie de otras esperanzas realmente revolucionarias que, por supuesto, no pasan por ninguna reedición de las versiones más progresistas de ninguna versión de la socialdemocracia.

La clase trabajadora en los países centrales del capitalismo acabó aceptando el capitalismo, no sin derrotas sangrientas de sus batallas, no sin grandes combates incluso reformistas, cuando encontró el sucedáneo de democracia social y económica a través del consumo y de cotas de bienestar que anteriores generaciones no habían conocido. Hay muchas otras razones de ello que no veo necesario explicar aquí pero tiendo a desterrar la de la traición si veo que puedo caer en el conformismo ak buscar la comprensión de los hechos.

Lo cierto es que la relación sindicato/partido –clase trabajadora produjo influencias mutuas en las que los primeros modelaron el deseo de transformación social de la segunda y ésta modeló los límites disidentes de los primeros hasta integrar en el capitalismo las luchas de unos y otra.







Il quarto stato, Pellizza da Volpedo


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