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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

sábado, 1 de septiembre de 2012

La Convención de Clint Eastwood


Ah, uno de mis líderes espirituales... resulta que es libertariano (no es que sea incorrecto el "libertario" del artículo, pero se presta en Europa a connotaciones de otro tipo). O sea, que está por la libertad, como yo, y también por otras cosas, a diferencia de mí, pero humildemente siempre busco lo que une. Líder desde los spaghettis western, Harry el Sucio o la morbosa El seductor (The beguiled), es decir, líder cuando era tildado (el bueno de Clinton, no yo, aunque también pillaba) de fascistoide políticamente o vulgar y mediocre estéticamente. Pero a mí plin, porque me gusta mucho Clint, qué dureza en el gesto, qué frialdad en la mirada.

La Convención de Clint Eastwood

La convención republicana será recordada, ante todo, por la intervención del actor y director


Clint Eastwood durante la última sesión de la convención republicana. / ADREES LATIF (REUTERS)
Lo más destacado de la intervención de Clint Eastwood en la noche del jueves en Tampa es que, probablemente, es lo único que va a ser recordado de esta convención republicana.
Eso habla del enorme tirón de uno de los gigantes de Hollywood, así como de su capacidad interpretativa, pero también de la pobreza de otros que se subieron al mismo escenario a lo largo de tres días. Al programar antes de él a una figura de esa dimensión, Mitt Romney corría el peligro de que, como ha ocurrido, la luz de la gran estrella opacara todo lo demás.
Clint Eastwood es la más alta celebridad del espectáculo que ha ocupado jamás un espacio tan privilegiado de una convención política. Esa era justo la hora en la que los principales canales de televisión conectaban con Tampa para su retransmisión en directo. Romney podía haber escogido cualquier cosa que hubiera querido contar a los norteamericanos. El emotivo vídeo sobre su vida que se pasó en la convención un rato antes, por ejemplo. No. Escogió a Eastwood y, por tanto, de Eastwood estamos escribiendo ahora.
Nunca se había producido semejante conexión entre la política y el espectáculo, dos mundos que frecuentemente se mezclan, en este y en otros países, pero cuya colaboración suele provocar roces, algunas insidias y muchos malos entendidos. La proximidad de los famosos tiene el beneficio de contagiar algo de fama también a los políticos, pero a cambio los hace parecer elitistas, frívolos y desconectados de la realidad del oscuro ciudadano de a pié. Precisamente el Partido Republicano tiene una larga tradición de criticar a los demócratas, muy especialmente a Barack Obama, por su frecuente cortejo a los círculos de Hollywood, claramente decantados hacia la izquierda.

Encontrar un actor famoso de derechas se ha convertido en una rareza, y cuando eso se produce, se difunde a los cuatro vientos. ¡Jon Voight es republicano!, publican las revistas para remarcar la excepcionalidad. Por esa razón, cuando Eastwood hizo público su apoyo a Romney, seguramente se convirtió en una tentación muy difícil de resistir para los organizadores de esta convención. La idea de un mito de tal estatura dedicando 15 minutos de lo que mejor sabe hacer a una candidatura, suena maravillosa desde la visión del marketing político de estos días.
Y, ciertamente, cuando Eastwood se puso frente a aquellos focos y comenzó a hablarle a una silla vacía que representaba a Obama, consiguió risas, aplausos y éxito, mucho éxito. Tanto éxito que es de lo que hoy se habla. Todos los programas de televisión le han pedido entrevistas, la mayoría de los comentaristas le dedican columnas y, en Internet, que es donde se mide hoy la verdadera repercusión de un acontecimiento, se han batido ya récords en las redes sociales, con cuentas y páginas a favor o en contra de esto o de aquello. Con seguridad, la actuación de Eastwood en Tampa será parodiada en decenas de programas, servirá de inspiración para los cómicos y estará vigente durante mucho tiempo.
Enhorabuena para Eastwood, que confirma su relevancia. Pero, ¿y para Romney? Para Romney ya es distinto. Quizá, aunque el efecto hubiera sido menor, las consecuencias no hubiera sido tan apreciables en el caso de que la estrella invitada no hubiera sido tan rutilante. Pero, claro, Eastwood es mucho, y, a sus 82 años, no es sencillo pedirle que se adapte a un guión. Salió por donde quiso. Se puso a hablar con una silla vacía como podía haberse bajado los pantalones en pleno escenario. Defendió su posición política de forma correcta –es, esencialmente, un libertario-, pero rompió el tono de la convención y desacomodó el plan previsto por Romney, en cuyo discurso nadie pudo olvidar aquella silla vacía.

4 comentarios:

  1. Su para acuñar un mito hace falta una figura y una presencia, no cabe duda alguna de que Clint Eastwood las tiene. Es más, con 82 tiene más sex appeal que tú y yo juntos.
    Su biografía no autorizada no lo deja exactamente en buen lugar. En su juventud era un actor lamentable pero sorprendentemente ha aprendido hasta hacerse "maestro".
    Sus palabras en la convención no tienen mucho de convincente en el sentido de que propone cambiar de presidente porque el otro no ha hecho su trabajo pero queda poco claro por qué motivo el nuevo va a ser capaz de hacer las cosas mejor.
    La política americana es un teatrillo maniqueo y absurdo donde la vacuidad de ideas lucha contra la estulticia.
    In God we trust. Any other please pay in cash.
    Tariq

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  2. No te metas en el lote, Tariq. Clint tiene diez veces más sexapil que yo, o el caso es que yo tengo un sexapil cardenalicio de factura muy diferente a la suya, pero tú siempre has sido un feo atractivo.

    Una convención política yanqui es el espectáculo más idiota que produce el Imperio. El nivel de imbecilidad es el que corresponde a mentones babeantes, ojos vacíos y espasmos musculares. Lo mejor que cabe ver es entre sombreros tejanos, algunas tetas con flecos.

    No sé, ¿tendrán razón los mejicanos sobre los gringos? La pena es que llegará Clint y les pega cuatro tiros y los despacha.

    Besicos. V.

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  3. Pues a mi no me gustó nunca, será porque de pequeña vivía junto aP la tapia de un cine de verano, y todos, no faltaba uno, que no lo viera con el poncho encima del burro. Y una vez decidí ir a ver una película suya porque parece que era el summun de los sentimientos, Los Puentes de Madison, y todavía estoy esperando que me conmoviera, ya no le doy más oportunidades, no me gustan los "republicanos" americanos. Hasta para ser republicanos son raros

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  4. Clint es Clint, en las pasadas apoyó a Obama.

    Los puentes de Madison son un problema. A quienes les gusta de modo plano el Clint justiciero del Far West o poli fascistoide, esta peli les supuso una paradoja.

    Y muchos opuestos a la "violencia", no se centraron en esta película sentimental.

    A mí me encantó, me emocionó.

    Sin dudas es un maestro: el mejor cine que ha hecho creo que es Un mundo perfecto, de un lirismo incomparable, o Sin perdón, realista sin concesiones, o las dos de la guerra en el Pacífico con los japoneses, impecables de fuerza y hondura.

    Los republicanos americanos son criaturas del señor/a como todos nosotros. Amén

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