Fusilamiento de este blog.
JUEVES, 22 DE NOVIEMBRE DE 2012
Lenin, Bértolo, Abramowski, Gutiérrez y yo
Termino la lectura al alimón de la antología de textos de Lenin editada por Constantino Bértolo para Los libros de la catarata (Madrid, 2012) y de Democracia, de Pablo Gutierrez (Barcelona, Seix Barral, 2012), acaso la primera novela mutante y social del milenio literario ibérico. Termino la lectura simultánea de ambos libros y no puedo evitar la tentación de arrastrarme hasta el estante de casa donde reposa un volumen en el que se cita este párrafo de Edward Abramowski (1868-1918), teórico polaco del anarco-cooperativismo, texto cuya lectura resulta bastante impactante si se toma en consideración la fecha en la que fue escrito: 1897.
¿Buenismo político avant la lettre? ¿Lucidez visionaria? Or what the fuck?
“¿Podemos aventurar la opinión de que el surgimiento del sistema socialista podría omitir su estadio previo de revolución moral? ¿De que podrían organizarse las instituciones económicas sin encontrar en las almas humanas las necesidades correspondientes, sin tener fundamento en las conciencias de la gente?... Supongamos por un momento que una Providencia revolucionaria, un grupo conspirador que profesa ideales socialistas, logra felizmente dominar la maquinaria estatal y establece instituciones comunistas con la ayuda de la policía que ha cambiado de traje. Supongamos que las conciencias de la gente no toman parte en este proceso y que todo es llevado a cabo mediante la fuerza del puro burocratismo. ¿Qué sucede?... Las nuevas instituciones han suprimido el hecho de la propiedad legal pero la propiedad como una necesidad moral de la gente ha pervivido; han excluido de la producción la explotación oficial, pero han preservado todos los factores externos a partir de los cuales nace la injusticia y que tendrán siempre un campo suficientemente grande para operar –si no en la esfera económica, entonces en todos los demás campos de las relaciones humanas. Para ahogar las aspiraciones a la propiedad, la organización del comunismo tendría que aplicar un poder estatal dilatado: la policía reemplazaría aquellas necesidades naturales a partir de las cuales crecen las instituciones sociales y en virtud de las cuales se desarrollan libremente. Más aún, la defensa de las instituciones nuevas sólo “sería” posible a un Estado fundado en los principios del absolutismo, dado que toda democracia efectiva en una sociedad acosada por la violencia bajo el nuevo sistema amenazaría a ese sistema con una rápida decadencia y haría renacer todas las leyes sociales que habrían pervivido intocadas por la revolución en las almas humanas. Así, el comunismo no sólo sería extremadamente superficial e impotente sino que se volvería un poder estatal que oprimiría la libertad individual; en lugar de las clases anteriores emergerían dos nuevas clases –los ciudadanos y los funcionarios– y su antagonismo aparecería necesariamente en todos los dominios de la vida social. Consecuentemente, si el comunismo bajo tal forma artificial, sin la transformación moral de las personas, pudiera aún sobrevivir, se contradiría a sí mismo y sería un monstruo social tal como ninguna clase oprimida haya nunca soñado y menos que nadie el proletariado que está luchando por los derechos humanos y que está llamado por la historia a lograr la liberación del hombre”.
[Edward Abramowski, “Etyka a rewolucja” [1897], en Filozofia spoleczna, Warsaw, 1965]
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