Max está loco, está loco, está loco.
Descenderé algún día de estos riscos: hastiado, iracundo, casi sin fuerzas, después de mil jornadas implacables y vacías… Creéis que sois correctos y educados porque no parpadeáis, porque permanecéis impasibles ante los gemidos de las víctimas y ante mis imprecaciones. Pero sois meros perros sarnosos llenos de llagas, bubas y pústulas. Me tenéis loco, perros, y os daré lo que merecéis.
Tras breve noche, me desnudaré y beberé licores de bayas para encender mi pecho y mis miembros. Gritaré, aullaré hasta enronquecer y escupir sangre y bailaré solo bajo las estrellas del amanecer. Me sumergiré en el arroyo frío para recuperar el ímpetu y me secaré en la ribera, retorciéndome sobre las hierbas y los musgos, fustigándome con jaramagos y ramajes aromáticos.
Recogeré mi melena en guedejas a derecha e izquierda y desde los parietales ornaré mis trenzas con ópalos y florecillas. Con arcillas azules asperjaré mi rostro y mi torso para aterraros y, si me desesperáis, con la punta de mi puñal dibujaré heridas que me dañen y me recuerden el odio que os tengo.
Bajaré la espada labrada de los clavos de la cabaña, la meteré en la funda y me cruzaré el tahalí. Almohazaré el caballo de combate antes de ensillarlo y vestir sus crines con cordoncillos de colores.
A vosotros - fatuos, cobardes, rastreros - simplemente, con la piedad del bárbaro, os separaré la testa del tronco con sendos tajos secos y acendrados. Con vosotros - ratas ladronas, mentirosas, asesinas - seré más civilizado: proporcionándoos el trato refinado que os merecéis, os abriré los vientres para que las tripas afloren, se viertan, se derramen como aguas rojas y violetas de una fuente.
Yo solo quiero habitar tranquilo mi peñascal, respirar el gris de las hermanas peñas y el azul del cielo paternal, y olvidaros y olvidar y olvidar.
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