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No es fácil saber cómo ha de portarse un hombre para hacerse un mediano lugar en el mundo.
Si uno aparenta talento o instrucción, se adquiere el odio de las gentes, porque le tienen por soberbio, osado y capaz de cosas grandes... Si es uno sincero y humano y fácil de reconciliarse con el que le ha agraviado, le llaman cobarde y pusilánime; si procura elevarse, ambicioso; si se contenta con la medianía, desidioso: si sigue la corriente del mundo, adquiere nota de adulador; si se opone a los delirios de los hombres, sienta plaza de extravagante.
Cartas Marruecas. José Cadalso.

sábado, 19 de febrero de 2011

Liberalismo

            
En esa mesa han situado a los compañeros del novio y a sus consortes. La cuarentona esposa del jefe, exquisita para el nivel provinciano del convite, irradia luz desde las bisuterías cosidas a su vestido, desde las alhajas colgadas de su cuerpo y desde los afeites impregnados en su piel. Sonríe benévola mientras habla con el joven ingenuo.
“Por supuesto, pero no aprobaría que saliera con uno y aún menos que se casara.”
“Pero si admite la igualdad y reconoce que tenemos los mismos derechos, impedir que mantenga una relación supone… una contradicción.”
“Desde luego, pero no quiero que los míos sufran y tener una relación así sólo da problemas.”
Y vuelve a sonreír, justa, benéfica, luminosa.





Nota bene: con permiso de Captain Davy Jones no me resisto a comentar alguna cosa sobre el liberalismo.
Actualmente, en el mundo líquido, el liberalismo se confunde con una de sus derivas, el neoliberalismo. Además habría que ser aún más rigurosos: ya existía un neoliberalismo desde que el laissez faire comprendió que necesitaba un marco institucional que en ocasiones tenía que intervenir para hacer realidad la competencia económica libre y rectificar situaciones sociales de crisis; ahí tenía un tinte progresista, a diferencia del actual. Se confundía o mezclaba o solapaba con una socialdemocracia reformista y moderada, el primero vendría desde la derecha y la segunda desde la izquierda. Sin embargo, la reacción precisamente a la actuación estatal en economía y sociedad de mano de los Friedman, Von Hayek y otros y la reacción filosófica individualista en política daría en teorías neoliberales como hoy en día se entiende el término. Estas van, por su parte, en un arco desde planteamientos ultra-individualistas, que abogan por el anarco-capitalismo, el anarquismo de derechas o el minarquismo, hasta el ultra-conservadurismo nacido de la respuesta al sesentayochismo, el neoconservadurismo. Cuando llega aquí, el neoliberalismo se hace aporético, defiende una libertad suma para los individuos y un estado craso en los instrumentos represivos y violentos.
Un Herrero de Miñón (liberalismo de asalto) o un Dahrendorf (liberalismo asiático) y muchos otros han denostado esta visión depauperada de un concepto con tanta solera. Ya quisiéramos un liberalismo político coherente que no sólo combata el poder que constriñe u oprime desde el gobierno, sino el que viene de cualquier otra instancia social; y un liberalismo clásico, que rompa con el trono y el altar.

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